En las democracias neoliberales occidentales subyace un implícito que reza: “la libertad de expresión y manifestación es lícita si defiendes los principios del poder político económico y político establecido”. Esta larga retahíla, que debería poder simplificar -pero no puedo-, significa que hay unos supuestos no formulados con descaro que establece los márgenes en los que
