Impostar la felicidad

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La beligerancia en la interpelación del otro está motivada, en ocasiones, por la falta de afectación que percibimos, en ese otro-ajeno, a las críticas continuadas- Su impostación, la de un yo habitando una especie de nirvana, parece mostrar una vida por encima del bien y del mal. Esa actitud conlleva una falacia en la que se refugian individuos que prescinden de lo otro –fruto tal vez del dolor o el sufrimiento- La voluntad de esa acción opositora es resituar al humano como lo que es, un existente, una determinación, un yo en fluctuación ontológica con la alteridad. No solo de sí vive el hombre.

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