¿Fidelidad?

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No elegimos de quién nos enamoramos porque, ante nuestra propia perplejidad, hay personas que despiertan esa chispa de irracionalidad que diviniza al otro. Nuestro entendimiento decae, nuestra pasión se intensifica. Y ahí nos encontramos, sometidos al embrujo químico de alguien. Pero sí decidimos a quién queremos amar. Obviamente nunca es un acto de pura racionalidad; para amar a alguien hemos tenido que sentirnos atrapados por él, pero una vez restablecida la vorágine hormonal –con el tiempo- nuestra decisión de amar a esa persona exige voluntad, sacrificio y también la plenitud de vivir con la mejor persona que podemos vivir. Ahora bien, no es un vínculo incondicional, sino que se basa en un pacto explícito o implícito. Un pacto de fidelidad. Ser fiel es ser honesto con el otro, decir la verdad. Una verdad que puede ser dicha a veces sin dificultad y otras, tal vez, ni nosotros seamos capaces de formular estrictamente la verdad. Tal vez porque la verdad no se fundamenta en los hechos –en este contexto al menos- si no más bien en el sentido y los motivos que provocaron los hechos. Ahí no siempre es fácil acceder. Por ello ser fiel es decir la verdad, pero eso no exige necesariamente el relato de hechos, que por sí solos pueden ser engañosos. Nadie espera una descripción de…aunque a veces parezca que es eso lo que reclamamos. Esperamos honestidad, teniendo en cuenta que el primer reto con el que se enfrenta cada uno de nosotros es la honestidad con nosotros mismos. No podemos ser más honestos con los demás que con nuestro propio yo. Nadie es responsable de no decir lo que desconoce, pero sí quizás de no poner todo su afán en desvelarlo.

La fidelidad es el esfuerzo de un alma noble para igualarse a otra más grande que ella

» Johann W. Goethe

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