¿Si yacemos sin propósito alguno en cualquier lugar y al iniciar el día caminamos como zombis, muertos vivientes sin alma, en qué diferimos del que ubicado y con fines inoculados ejecuta el mandato impuesto?
La dicotomía es sucinta y diáfana: vivir muerto falto de sentido, o morir vivo careciendo de uno mismo y por tanto de sentido.
