A nadie se le puede reprochar no haber malogrado a un hijo que buscó con todo su ser, porque habría sido un acto de esquizofrenia incomprensible. Si acaso, al dotarlo de la posibilidad de existir lo doto de la de morir y de la capacidad de decidir cuándo.
Tal vez el cansancio de la madre que arrastra al hijo en la existencia, y así misma, provoque que el reproche se geste en los labios del hombre al que le estalla un pájaro azul en la boca.
