Día de la mujer: duelo universal

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Durante años el ocho de marzo ha sido una jornada reivindicativa por la igualdad de derechos y trato de la mujer en la sociedad. Este año, y por reiteración de la desgracia, se me antoja como un día de duelo por todas esas mujeres que sufren y algunas pierden la vida –junto a sus hijos- en la denominada violencia de género. No voy a caer en el tópico de menospreciar los casos que se dan, en que la violencia es a la inversa, tal vez ejercida de forma algo distinta, pero palpable como para estar recogida en el INE y sancionada por la ley. Cierto es que la violencia de género tiene hoy una dirección principal, por lo cual se utiliza para referirnos a la violencia del hombre hacia la mujer. Con el tiempo quién sabe si hablaremos de violencia entre géneros. Lo que sí está claro es que cuando la pareja tiene hijos nos situamos en el marco de la violencia familiar donde las víctimas inocentes aumentan en número pero decrecen en edad y en capacidad de protegerse de ese entorno terrorífico.

Podríamos aquí reiterar las causas históricas que han llevado a esta situación y la mantienen, pero aunque no se pongan soluciones de raíz me temo que han sido denunciadas reiteradamente. Prefiero insistir en otro factor, que ya destaqué a propósito del acoso escolar, como es la intensa violencia que palpita en nuestra sociedad y que busca vías de descarga aparentemente no punibles. La esfera íntima de la pareja –como eran las relaciones informales entre iguales- parecía un área no regulada, hasta que la desmedida y sangrante violencia que se ha desatado, junto a la recurrencia de los hechos,  han convertido el fenómeno en un problema social. Así, otro factor a analizar que parece aledaño, es ¿qué sociedad produce individuos con esa ira y rabia contenidas que necesita descargarlas con el más débil y donde cree que no va a ser sancionado, con una virulencia casi sin límites? Porque el aumento de casos en un contexto de supuesta libertad y costumbres más laxas se muestra como mínimo paradójico. Pero, si de socavar los fundamentos  de una estructura social y un sistema socio-económico hablamos, nos hallamos en un terreno movedizo en el que cualquier vaivén no será más que ficción engañosa.

Por tanto, este ocho de marzo debería servir para repensar, como mínimo, los mecanismos eficaces de protección que los organismos responsables dan a las mujeres, y niños en su caso, amenazadas. Seamos serios, una orden de alejamiento es un papel, con el que cualquiera puede violar su contenido. El papel no impide nada. Deben ponerse sistemas de control a los que teniendo limitada su libertad de circulación es necesario garantizar que lo cumplan, porque estamos jugando con vidas.

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