Si un infante no pregunta, es que no necesita respuestas, aun. Si lo hace, en ocasiones, la escuela debe remitirlo a los padres, como responsables principales de su educación. Así estamos ahora. En cuanto a los adolescentes, si el profesor es capaz de trascender su postura particular y elevar a los alumnos a una reflexión más panorámica y profunda, puede sugerir nuevas miradas y perspectivas de los acontecimientos*. Pero, si se enzarza en discusiones mediocres los alumnos le exigirán, indirectamente, que se defina y si lo hace resquebrajará el grupo clase, igual que ha sucedido con el tejido social. Ante esta posibilidad mejor abstenerse.
*esta reflexión debe ahondar en el análisis de las divergencias interpretativas de los hechos, nunca desplegar una de ellas, porque eso supondría alinearse claramente al lado de una opción política, que es lo que el educador, como tal, no debe hacer.
