De hecho, sostenemos el peso de la realidad desde una existencia minimalista, que sin Dios, sin verdad y sin valores absolutos, renace a un tipo de vida sin muletas. Es decir, aquélla resultado de la voluntad de no conformarse con existir como los vegetales, sino de bordar un vivir con sentido propio. Solo así podemos soportar un minimalismo que arrasando con toda esperanza abre paso a erigir ese sentido propio y apropiado a nuestro vivir.
