El fin de la vida, no la razón de ser.

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Sea, tal vez, más accesible para nuestras necesidades la búsqueda de un para qué, que de un porqué de la vida, ya que renunciar a las causas que nos trascienden o no, y ubicarnos en los fines que en el ámbito de lo existente –ya que hemos desistido de sumergirnos en los trascendente- nos compete singularmente, abre lo posible como horizonte inmediato, en el que cada sujeto identifica su para qué, su sentido, su fin. De esta manera, y libres de especulaciones dudosas se puede existir, viviendo.

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