Las condiciones de vida son, para muchos individuos, exigencias asfixiantes que les abocan a optar por las diversas formas de aniquilación que pueden imaginarse. Quien no halla su lugar por anómalo y se le niegan los medios de supervivencia que por dignidad merece, o se le excluye por constituir un apéndice pernicioso para el sistema, o se le condena no por justicia, sino por no aceptar disensiones que cuestionen lo incuestionable, acaba expelido como un insecto con la pretensión oculta de que ese individuo mismo se pulverice.
Lo que no perciben algunos es que esos individuos abatidos son más en cantidad y, a menudo, también en calidad humana. Lo cual y como colofón es lo más relevante para mantener una forma de vida que solo se sostiene formando parte del sistema exterminador. La mayoría no constituimos más que átomos de esa bomba nuclear.
