Contradicciones del quehacer filosófico.

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La Filosofía debería estar arraigada en la existencia, hundida en el fango de la realidad. En consecuencia, aquello que palpando corpóreamente se convierte en el magma a partir del cual construimos nuestra comprensión del mundo, exige cierta coherencia en las acciones que llevamos a cabo. Un paradigma de esta manera de entender la Filosofía fue Ignacio Ellacuría -no el único, pero sí hay imprescindible- que se nutrió ampliamente del pensamiento de Zubiri. Sin embargo, tal vez esa coherencia de la que hablábamos fue una aportación de Ellacuría con su propia vida, y no tanto de su maestro. Cabe decir que la mayor parte de los que filosofan, han disociado sus teorías de su propia vida que sigue inmersa cómodamente en aquello que su indagación teórica cuestiona. Precisamente, algo que Ellacuría nunca aceptaría.

Es cierto, que esta visión de la Filosofía no es universal. Muchos, estando o no inmersos en las Universidades, teorizan con mayor o menor conexión con lo existente, porque conciben que la reflexión filosófica está más allá de lo coyuntural y que, por lo tanto, las incursiones teóricas deben estar distanciadas del objeto de reflexión para que contingencias no relevantes no puedan distorsionar esa tarea teórica. Sería poco riguroso negar que esa tarea sirve de herramienta posteriormente para disquisiciones más prácticas, y que por lo tanto no es una tarea fútil; por el contrario, es necesaria.

Considerando que la diversidad de filósofos y el lugar desde el que llevan a cabo su tarea es enorme, no sería propio de nuestros tiempos en los que la pluralidad es sagrada, pretender que todo filósofo conciba la función de la filosofía de manera unívoca. Sin embargo, como humanos que somos, caemos en contradicciones que acaban acercando la Filosofía más a un ejercicio ideológico del que debería deslindarse para no perder su propia idiosincrasia.

Hay poco debate filosófico. Unas concepciones de la Filosofía se oponen a otras despreciándolas y cancelándolas sin que el DIÁLOGO que es inherente al quehacer filosófico tenga nunca lugar. Esto es un claro síntoma de que lo ideológico ha substituido a lo filosófico. Una contradicción flagrante en tiempos en los que la diversidad, singularidad, diferencia y pluralidad son factores ineludibles que se exige respetar, e incluso construir comunidades políticas desde esa dispersión de lo homogéneo.

Sin embargo, la relación e interrelación con una diversidad de colegas me han llevado a la lamentable constatación de que esos cordones sanitarios tan de moda en la política y que nadie desde una perspectiva democrática cuestiona, operan también en la actividad filosófica. Un ejemplo, a quienes no se muestran con argumentos en sintonía con la teoría queer, se los califica de tránsfobos, siendo a mi juicio resultado de una confusión entre las cuestiones de género/sexo con lo que ha sido desde su origen el feminismo.

Este post es un llamamiento para recordar, a quienes se hayan olvidado, que las teorías o los planteamientos filosóficos se deconstruyen con argumentos, en un sentido y el otro, y que descalificarlos por no coincidir con los propios, casi emulando los comportamientos de los politiquillos, es un descrédito para la filosofía que parece haber abandonado el diálogo argumentativo para refutar.

Es muy probable que este post sirva para que algunos se alejen de mí, no creo tanto que otros se acerquen. Simplemente por el hecho de poner en evidencia que construir una comunidad heterogénea significa claramente diversa, plural. Teorizarlo queda muy bien, ponerlo en práctica resulta muy difícil, y no concibo que se posible que si desde la Filosofía no somos capaces de esta construcción de diálogo diversa a partir de la cual surjan comunidades políticas, en las que todo individuo tenga su lugar propio, menos posibilidad de que sirvan de referente a los cambios necesarios en la política.

Teorizar sobre lo plural, lo diverso, etc. es fácil cuando quien profiere el discurso se siente diferente o aboga por lo diferente. Sin embargo, parece inexorable excluir a los otros diferentes que tal vez han impuesto la hegemonía durante tiempo. Estos deben ser también incluidos y deben encontrar su lugar, porque sino caemos en el abismo de la polarización maniqueísta que no aporta nada a lo humano ni a su necesaria vida social.

Queda expuesto, para que repensemos desde dónde y para qué ejercemos la actividad filosófica.

Plural: 2 comentarios en “Contradicciones del quehacer filosófico.”

  1. ¿Los filósofos teorizando sin fijarse en la realidad? ¿Otra vez Sócrates en su hamaca suspendido entre el cielo y la tierra ( Las Nubes del maese Aristófanes)? ¿Cerrados al diálogo por falta de pureza ideológica con la línea del partido? ¿Debatiendo sobre cuántos ángeles asexuales caben en la cabeza de un alfiler? ¡Quién este libre de culpas arroje el primer aforismo…! Mi otro Yo buscando incendiar el pueblo filosófico…sorry…besos al vacío desde el vacío

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  2. ¿Cabe algo más contrario a la filosofía que estar en la creencia de que eres dueño de la verdad absoluta, máxime lo inconmensurable del conocimiento?¿Y esto, no hace necesario el dialogo, la investigación, para seguir incrementando tu consciencia, objetivo esencial de ella?
    Me gustó, un cordial saludo.

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