RESEÑA DE: «EL HOMBRE QUE MATÓ A ANTÍA MORGADE» de Arantza Portabales. Ed. Lumen.

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La novela de Portabales es una intriga constante que, situándose dentro del género negro, huye de la cruda descripción de imágenes sanguinolentas y se centra en una trama bien urdida y enrevesada, y un perfil trabajado de los personajes fundamentales de la historia. El inicio resuena a las frases con las que Javier Marías iniciaba sus novelas, que posteriormente descifraba la interioridad de los personajes. Tal vez, en este sentido, el arranque es prometedor, aunque después sostener ese umbral de profundidad solo está en la pluma de los más grandes que ha habido. Arantza se presenta con una frase demoledora: «Hay días en que uno es infeliz, y otros en los que es plenamente consciente de su infelicidad», y a partir de esta sentencia inicia el relato.

A partir de la historia acontecida en un piso tutelado dos décadas atrás, el reencuentro de los seis amigos que compartieron ese suceso trágico desencadena una serie de asesinatos que el inspector Santi Abad y la subinspectora Barroso tendrán que desentrañar.

La autora presenta personajes ambiguos: cada uno parece tener algún secreto, alguna sombra y alguna culpa que reparar, incluidos los policías a cargo de la investigación. Quizás, esta grieta que abre la autora exigiría haberla desarrollado algo más, ya que supedita esta geografía interior de los personajes a la trama compleja -a pesar de que todo parece suceder en una baldosa de tiempo y espacio- que construye de forma impecable. A señalar, cierta precipitación en el desenlace que súbitamente gira sin lograr del todo el factor sorpresa, y sí proporcionando cierta sensación de apremio.

Su lenguaje es sencillo, ágil y austero, logrando un ritmo de lectura que puede seducir incluso o los no asiduos. En este sentido es una buena novela negra sin destacar por ser una literatura de altos vuelos.  

Lo cierto es, que sea como sea, la novela ha recibido buenas críticas de otros colegas reconocidos que cultivan este género, y saben de la dificultad de construir tramas sin fisuras.

Una lectura de entretenimiento que tendrá al lector en vilo.

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