El encuentro con los otros es el encuentro conmigo -a partir del pensamiento de Zubiri-

Un comentario

“La filosofía (…) se ha planteado un poco el problema de cómo se encuentra uno con los demás en la vida. Pero muchas veces a uno le asalta la reflexión contraria: ¿no será que yo llego a encontrar a los otros en mi vida porque antes los demás se han metido en la mía? Y no me refiero a que los demás vengan a mí en lugar de ir yo a ellos. Me refiero a que los demás, antes de que vengan a mí en mi experiencia o de que yo vaya a ellos, están ya metidos en mi vida. Sólo por eso puedo encontrarlos viniendo a mí o yendo yo a ellos. (…) El hombre no empieza por estar vertido a los otros como otros, y menos aún si se considera que estos lo son “frente a mí”. Porque encuéntrelos de cualquiera de estas maneras, hay siempre una cuestión previa: ¿dónde acontece este encuentro? Evidentemente nos los hemos encontrado en un mundo humano. La constitución del mundo humano es previa al encuentro con los otros y fundamento de este encuentro.”

Zubiri, X. Tres dimensiones del ser humano: individual, social, histórica. Alianza editorial. 2019.

Este fragmento de Zubiri resulta esperanzador y algo quimérico. Aunque lo que pretende argumentar es coherente, por ejemplo, con buena parte de la teoría psicoanalítica de la mente, a menudo tenemos la nefasta experiencia de que nada más lejos de este encuentro de unos con los otros en un mundo humano. Me explico: la clave de lo que el filósofo sostiene es que, si puedo encontrarme con los otros, y ellos conmigo, es porque ya estamos de alguna manera y previamente unos en los otros, solo así hay encuentro. De lo contrario lo que tendría lugar sería una coincidencia espaciotemporal que no nos religaría en absoluto con los otros. Si esto último sucede es porque en los otros ya estoy yo como humano, y ellos en mí como humanos, y en esa confluencia se da un auténtico encuentro. De manera similar el psicoanálisis -grosso modo- entiende que si hay un yo integrado es por la interacción continua y permanente con los otros, gracias a lo cual desarrollamos la autoconciencia, somos capaces de vincularnos y de generar un espacio de humanos interactuando en el que podemos desarrollarnos saludablemente, o no.

En síntesis: ni para Zubiri, ni para el espacio psicoanalítico lo Otro es algo externo que nada tiene que ver en la constitución de mi propio yo. Si soy, y somos cada uno de nosotros es gracias a ese espacio o mundo humano previo en el que nos encontramos.

Sin embargo, lo que puede hacer aflorar la duda, sobre esa interdependencia clave, es que, aunque fuese así, bien podríamos afanarnos en romper lazos a traición para sacar provecho propio a costa de los otros. Esto el psicoanálisis lo explica de manera más satisfactoria, mientras que parece que al filósofo español lo que le interesa es resaltar el vínculo inquebrantable que nos une con los otros porque solo somos posible en ese espacio humano.

Zubiri, no obstante, va más allá y aborda a partir de esta constitución recíproca de los humanos, cómo es posible la convivencia entre estos. Aquí recurre al término solidaridad, en el sentido de ser “sólido”, como resultado de la convivencia y, por ende, síntoma. Es decir, la convivencia es corporeidad social -presencia social-; que mi cuerpo tome cuerpo en la vida de los demás, estar presente, constituir mi realidad en colaboración con los otros. Explicitando que esta colaboración no es optativa sino sustancial de lo humano mismo.

Tras esta exposición sucinta podemos detenernos a pensar por qué es tan devastadora la confrontación, la violencia y el daño que se da entre unos y otros. La respuesta parece clara: cuando agredo al otro, me agredo a mí en cuanto el otro está en mí, además de dañar y menoscabar esa interacción permanentemente nutritiva de unos con los otros. Aunque, ciertamente, no vemos cómo al destruir al otro nos destruimos a nosotros mismos, en un breve lapso, es conveniente identificar la experiencia que cada uno y cada otro tienen y cómo sobreviven tras el acto de agresión. Solo con una mirada amplia de lo que es el humano, podremos constatar esta demolición que se inicia a nivel micro pero que inexorablemente acaba siendo macro, universal y absoluta.

Si desde esta perspectiva zubiriana, analizamos la actualidad constatamos cómo nadie está protegido de la extinción, sea o no el objetivo a destruir; todos acabamos peligrando como especie a medio o largo plazo. Por ello, repensar nuestra condición puede llevarnos, aunque sea por puro egoísmo, a actuar de manera bien distinta.

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