Fèlix Rueda nos introduce, mediante su novela negra, en el mundo de las sociedades secretas y, por extensión, podríamos hacer el paralelismo con alguna modalidad de sectas. Como reza la sinopsis:
“Un hombre es injustamente acusado y condenado por un delito que no ha cometido. Durante su estancia en la cárcel conoce a un anarquista que le ayuda y le enseña historia tanto del anarquismo como de las sociedades secretas, con el propósito de crear, a su salida de prisión, una organización revolucionaría de nuevo cuño, que funcionaría como una compañía multinacional.
Así lo hacen, pero cuando La Compañía (nombre de la organización) crece, la falta de democracia interna y el poder absoluto de su camarada y líder empiezan a no gustarle y decide abandonar el proyecto.
Hacer esto, en cualquier estructura de poder, no es posible sin sufrir consecuencias, por lo que será perseguido y sufrirá un grave atentado.
Tras meses de postración en un hospital, en una lucha desigual que conllevará graves repercusiones para todos ellos, decide contratacar junto a un viejo policía con el que ha hecho amistad en el hospital y a una antigua novia que también perteneció a la secta.
Desde un lejano exilio escribe su historia, para prevenir que el poder siempre se vale de los mismos mecanismos para perpetuarse.”
La trama está urdida con habilidad, generando la intriga y la desazón propias del género. El lenguaje es rico léxica y gramaticalmente -algo poco habitual en novelas de este género que parecen priorizar la rapidez y agilidad de la narración en detrimento de una literatura cuidada-. No solo es una muestra de que la novela negra merece el calificativo de literatura, inclusive de buena literatura, sino que el autor pone sobre el tapete una cuestión crucial, también en las sociedades actuales: cómo opera el poder. Afirma en un momento: “No hay que engañarse, sin duda, también en este caso, lo económico y no lo político son la energía del cambio en la sociedad” (pg. 176. ¿Alguien osaría cuestionar esta afirmación hoy día?
En este sentido, el valor de “Al menos, ya no será esta noche” es doble: una narrativa de calidad y un contenido con enjundia. Este último, nos remite en nuestro imaginario, en ocasiones, a la genealogía del Poder realizada por Foucault en los años sesenta, factor que refuerza la percepción que lo que está en juego a lo largo de estas páginas no es ninguna cuestión menor. Su crítica a las estrategias ilegítimas e ilegales en el ejercicio de cualquier tipo de poder recala como un aldabonazo en nuestros días en los que el neocapitalismo rige la vida social pública y privada.
Desearía destacar también el trabajo de investigación que subyace en esta obra sobre lo que han sido y son las Sociedades Secreta -referida a modo de bibliografía en las páginas finales de la novela-, que no son reliquias del pasado, sino que siguen existiendo en las élites que aspiran a dominar el mundo (multinacionales tecnológicas, financieras, farmacéuticas, …)
A mi juicio Félix Rueda tiene una capacidad intuitiva que no cabe menospreciar. Recuerdo la primera obra que leí, cuyo argumento versaba sobre una pandemia, antes de que se produjera la pandemia del covid 19, lo cual me pareció que sus escritos son el resultado de una capacidad de análisis de la realidad muy fina que convierten lo que puede parecer distópico en realidad. Reconocer, por consiguiente, este aspecto nada desdeñable de un escritor que se inspira en una observación del mundo y de sus posibles derivaciones.
Mi enhorabuena por esta novela -curiosamente la segunda escrita, que no publicada ya que la anteceden unas diez obras publicadas con diversas editoriales- a Félix Rueda y espero que nos podamos regocijar pronto con una nueva entrega de sus sustanciosas novelas, cuentos, etc.

