El post de hoy es muy sencillo, seguramente poco filosófico y muy visceral. Ayer, viendo el telediario se sucedieron una serie de imágenes que, en su conjunto, me provocaron ganas de vomitar la cena: la vertiginosa carrera en la investigación de nuestra galaxia, con una competición entre varios países, que buscan hallar lo que en nuestro planeta puede desaparecer en unos años. Inclusive, barajan la posibilidad de encontrar otro planeta habitable -para una élite rica, obviamente- cuando el nuestro se vuelva inhóspito.
Es cierto que el desarrollo científico-tecnológico en las telecomunicaciones y seguramente en otros ámbitos que desconozco, ha sido posible gracias a la investigación en nuestra órbita espacial. Sin embargo, también lo es que quien se beneficia siempre de esos avances, en primer término, son los más ricos, hasta que dominada la novedad tecnológica y por intereses económicos se busca su democratización.
La conjunción de imágenes sobre la cuestión que acabo de mencionar junto a las de los niños y en general millones de personas de África que sufren una hambruna agudizada de manera inmediata por el bloqueo de los cereales de Ucrania. Los campos de refugiados de México donde viven miles de personas sin lugar propio y en condiciones demenciales. El problema de las migraciones masivas a los países más desarrollados, por personas provenientes de zonas que antaño fueron colonizadas y expoliadas. Las políticas migratorias de los países receptores que intentan no serlo, cuando paradójicamente les falta mano de obra para los trabajos menos cualificados y otros más cualificados, que se proponen impedir el acceso a sus territorios a costa de miles de muertes de migrantes que huyendo de guerras continuadas y de la miseria más absoluta no parecen tener elección. Toda la situación de campos, muertes en el mar, y centros de acogida que parecen prisiones, junto con los millones de dólares que se invierten en el futuro de unos pocos, me resulta indigerible.
Esta situación, descrita desde la rabia y tal vez poco clara, me impulsa a exigir que, en lugar de inversiones en el conocimiento de nuestro entorno galáctico, se utilice ese dinero en salvar vidas: de manera inmediata proporcionándoles alimentos porque el estómago no espera y, con perspectiva, invirtiendo en esos países, no para el lucro de los inversores -basta ya. Es nuestra deuda-, sino para que puedan abastecerse ellos mismo y desarrollar condiciones de vida que mayoritariamente sean dignas.
El reparto de la riqueza justo consiste en lo dicho: priorizar lo urgente, renunciando a los lujos o caprichos de quienes se han vuelto insensibles a lo que es el padecimiento de millones de personas. Garantizar la vida, el alimento y el hogar a la mayor parte de la población de la tierra es lo urgente y prioritario, pero hay una falta de voluntad premeditada que además de falta absoluta de sensibilidad, entiendo que está movida por el racismo, sin duda. Hay quien no acaba de ver a niños humanos cuando están famélicos y rodeados de moscas, y que con suerte comen un plato al día de harina, agua y un poco de azúcar. ¿Hay alguien que no sienta necesidad de vomitar lo que ha cenado?
No es una acusación, ni tan siquiera autoacusación, porque nos sentimos ínfimos e insignificantes ante el poder de los que dirigen el planeta. Sin embargo, al igual que somos capaces de generar y promover movimientos que luchan por determinadas causas, ¿No podríamos a nivel mundial movilizarnos, sabotear y gritar para que se nos escuche por los millones de personas que se mueren de hambre? Si no, acabamos por omisión y silencio sobre esa cuestión de vida o muerte siendo colaboradores necesarios. Hemos luchado, y seguimos en ello, por el feminismo, el movimiento LGTBI, contra la globalización, contra el cambio climático, mi pregunta es ¿Quién se preocupa por las personas que mueren de hambre en el abandono absoluto? Por vivir en África o América Latina, por ser de otras razas, y por no interesar a nadie. Pero ¿no son los ciudadanos comprometidos los que luchan por las causas perdidas? O, en el fondo luchamos por lo que a nosotros nos conviene, igual que hacen los que tienen el poder en la sobra -que es el más absoluto-.
Apelo a la conciencia de las personas con empatía y conscientes de que somos seres interdependientes, nos necesitamos los unos a los otros. Hay millones de personas que nos necesitan, no ya para que colaboremos económicamente -que también quienes puedan- con la ONG que trabajan sobre el terreno, sino para que montemos una acción sonada, ejemplar y continuada. De lo contrario, queda claro que solo movemos un dedo cuando nuestra vida privilegiada se ve amenazada. Diría que han conseguido domesticarnos y gritamos por aquello que nos dejan gritar, porque en última instancia no les parece relevante ni peligroso para sus intereses, al contrario, a veces.
Impotencia, tristeza, convicción de que estamos algo desnortados cuando no priorizamos la lucha por la vida digna de la mayoría de los habitantes del planeta, y dedicamos nuestros esfuerzos a proteger nuestras libertades. Sin embargo, para ser libre hay que estar vivo, luego la vida es un valor más elevado que la libertad.

Hay cuestiones que se priorizan y al parecer el hambre no es una de ellas. Como tú dices, prefieren invertir en investigaciones con costos estratosféricos para descubrir nuevos horizontes que invertir en agua potable o alimentos para los necesitados. Dos personas podrían haber cambiado mucho… hace tiempo, Elon y Bill, por ejemplo, en síntesis, da que pensar.
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Mi estimada filósofa, es que la eugenesia ha retornado, no es culpa del capital que sean pobres e inexistentes…San Narciso nos otorga la oportunidad de ser alguien y comer ilusiones vía instagram o Tik tok..las ventajas de ser Ucraniano y blanco siempre son buena carta de presentación que abre fornteras y barreras….Mi otro Yo ha sido testigo conmigo de esos migrantes esperando para seguir su viaje al norte, aún así se le resbala…sorry…besos al vacío desde el vacío
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