Muertos, muertos y muertos.

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Antes del amanecer, acostumbro a tomar posesión de esta silla ya vieja, pero que cumple su función, y con la pantalla y la hoja en blanco espero, paciente, a sentir lo que puja por convertirse en palabras dichas en mi interior y escritas, posteriormente.

A veces se produce una batalla interna entre ideas y emociones que quieren imponerse, tal vez por su intensidad, o por su fortaleza. Entonces aguardo, como una madre ante sus críos que espera a que resuelvan el conflicto entre ellos; la estrategia no siempre resulta, sino que deriva en una amalgama enredada que no me deja ver, ni discernir entre unas ideas y otras. Me hallo ante un bloqueo. Me levanto, me sirvo otro café con leche y me lo tomo con calma en la cocina, con la esperanza de que, a mi vuelta, esa mezcolanza se halla despejado.

A mi regreso, visualizo imágenes espeluznantes que se transcriben mediante el significante: muertos, muertos y muertos. No sé si las ideas se han aniquilado unas a otras, y lo que veo es la resultante de esa contienda, o sin el término sobrecogedor se ha impuesto por su contenido demoledor.

Me dejo llevar por ese camino abierto y no solo veo muertos, sino individuos asesinados. No han fallecido por ley de vida, sino que han sido asesinados, destripados por explosiones producidas por armamento de gran calado. No me detengo a determinar su origen, su nacionalidad o su etnia, porque solo puedo ver personas asesinadas como alimañas, sin pudor ni piedad alguna. Conforme recorro la muerte esparcida por doquier -traspaso fronteras, montañas, ríos- no alcanzo a terminar el trayecto; los cadáveres no cesan de mostrarse como la denuncia de la atrocidad humana; ya no me inquieta qué sentido tiene la vida, porque sé que carece de éste, sino por la catástrofe de que una especie como la nuestra halla tenido lugar; me cuestiono la eficacia de la teoría de la evolución ya que no somos la especie mejor dotada, solo la que tiene más poder.  

Me quedo abatida, y no porque haya descubierto la sopa de ajo, sino porque es sustancialmente distinto saber que mirar, mirar que ver, ver que oler, y aunque no haya visitado más que con la imaginación ese campo de batalla que es la tierra, he sentido el hedor, la putrefacción de esos cuerpos que habían sido personas. Como yo, como tú. Solo estaban en el momento y el lugar equivocados.

No cantemos victoria pensando que nosotros no seremos esos restos descarnados que viéndolos a través de una pantalla nos resultan ajenos. Un día, quizás no lejano ese cuerpo seré yo, o tú, tus hijos, tus nietos. Entonces tomaremos auténtica conciencia de la salvajada, la barbarie, la monstruosidad de lo que nos hemos acostumbrado a oír como música de fondo que no altera nuestro guion vital.

Ante una especie como la nuestra, ante nosotros mismos, nadie está a salvo, porque hemos llevado al máximo el principio de que el poder hay que ejercerlo por la fuerza, si nos parece necesario, para que nadie dude de nuestra autoridad. Algún día David, será Goliat, y todos pasaremos, a fin de cuentas, por el tribunal que decide las matanzas masivas, alcanzando más fortaleza cuantos más cadáveres deje a su paso. Tú y yo entre ellos.

Plural: 6 comentarios en “Muertos, muertos y muertos.”

  1. La violencia y como consecuencia la muerte es como nuestro hábitat, forma parte de todo y está en todas partes, hasta en los sueños. Vivo en un país donde hay tantas armas en manos de particulares que alcanzarían a tres por persona y cada vez que un malvado entra a una escuela a matar niños se disparan las ventas de armas y a todo el mundo le parece normal y se habla de «proud gun owner» y «conscient gun owner»… Muy bueno tu texto, duro y estremecedor y verdadero.

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  2. «Así pues, ¿cuándo se convierte una carnicería en una atrocidad? ¿Cuando se convierte una atrocidad en una matanza? ¿Cuan grande tiene que ser una masacre antes de poder calificarla de genocidio? ¿Cuántos muertos antes de que un genocidio pase a ser un holocausto? Viejas preguntas que se convierten en nuevas preguntas en cada campo de matanza.»
    La Gran guerra por la civilización. Robert Fisk, p. 433
    No hay nada nuevo bajo el sol mi estimada filósofa, el viejo «ojo por ojo», hasta ser todos ciegos…besos al vacío desde el vacío

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  3. «Una vez que un pueblo ocupado ha perdido el miedo a la muerte, el ocupante está condenado. Una vez que un hombre o una mujer pierden el miedo, no pueden volver a sentirlo. El miedo no es un producto que se pueda re inyectar en una sociedad mediante una nueva invasión, un trato más duro, bombardeos aéreos, muros o torturas. »
    La Gran guerra por la civilización. Robert Fisk, p. 418
    «Cuando una sociedad está desposeída, cuando las injusticias que le han sobrevenido parecen irresolubles, cuando el «enemigo» es todopoderoso, cuando el pueblo de uno ha sido comparado con animales, con insectos, cucarachas, «bestias de dos patas», la mente va más allá del raciocinio y llega a la fascinación en dos sentidos: con la idea de una vida después de la muerte y con la posibilidad de que esa creencia proporcione de algún modo un arma de una potencia mucho mayor que las nucleares.»
    La Gran guerra por la civilización. Robert Fisk, p. 416 Se extraña al Robert Fisk en estos momentos, su lucidez…

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