Por la auténticas víctimas de las guerras.

Ante los acontecimientos bélicos geopolíticos la mayoría de los ciudadanos, aquellos a los que les afecta lo que padecen otros humanos, nos sentimos tan ínfimos como una mota de polvo. Con dificultad para acceder a información fiable, y haciéndonos una somera idea de lo que debe estar sucediendo, o intentándolo.

Curiosamente, la guerra de Ucrania ha pasado a un tercer plano desde que Hamás atacara la zona fronteriza con Gaza y acabara con la vida de casi un millar de israelíes. Para ser más precisos, el conflicto entre Rusia y Ucrania ha quedado silenciado por los medios de comunicación. No se dan prácticamente noticias y es difícil conocer qué está sucediendo allí.

Por otra parte, los ataques de los países con intereses compartidos con EE. UU. y Europa se legitiman calificando de terroristas a los que han atacado o los que se defienden. En Ucrania el discurso ruso sostiene que lucha contra los nazis de Ucrania, y tiene sus apoyos en Oriente medio, en Asia y en Latinoamérica; sería de estúpidos negarlo. En el caso de Israel su derecho a defenderse queda avalado por estar haciéndolo contra un grupo terrorista como aseguran que es Hamás. Es decir, ¿cómo se legitima una guerra? Calificando al enemigo de grupo terrorista. Y eso da derecho a vulnerar todos los derechos internacionales, arrasando con la población palestina de manera indiscriminada y justificando que los terroristas se escudan tras ella.

En Occidente se ha utilizado el término “terrorista” para descalificar y atacar a quienes se ha creído que los apoyaban y escondían: Irak, Siria, Afganistán. Son pueblos que han quedado en condiciones muy precarias y desabastecidos desde que esas guerras legitimadas quedaran atrás. ¿Alguien puede explicarme, viendo la situación de esos países de qué sirvieron esas guerras? Que se lo pregunten por ejemplo a los afganos que han vuelto a caer en manos de Los Talibanes, y el mundo ya no se atreve a mirarlos a la cara. Por recurrir a algún ejemplo significativo.

En la franja de Gaza, se la legitimado a Israel a arrasar con toda la población palestina, porque ese parece ser el propósito real de Israel, ya que no ha permitido ni que accediera la ayuda humanitaria y los tiene acorralados sin energía, agua, alimentos, …todo puede ser observado desde diversas perspectivas, pero la salvaguarda y la protección de la población civil quedó recogida por la ONU tras la segunda guerra mundial. Claro, hasta que fuese necesario incumplirlo.

Hay otras muchas contiendas bélicas en el mundo, por ejemplo, en África de las que me siento incapaz de hablar por falta de conocimientos. Sin embargo, finalmente todo redunda en lo mismo: el sufrimiento, la muerte de los que no tienen voz ni deciden, como en Ucrania, Rusia, Palestina e Israel. Esas son las heridas abiertas que llevan a la muerte por asesinato de millones de personas en el planeta. Su problema es que no son tratadas según su condición de personas, sino que se vuelve a ratificar que unas vidas valen más que otras.

Ahí radica la injusticia más profunda, el trato desigual entre unos humanos y otros, el seguir percibiendo a unos como con más derecho a la vida que otros. ¿Quién lo decide? Tal decisión, que sería propia de un dios, la toman los Estados y las Instituciones Supraestatales tanto de Occidente, como de Asia, como de Oriente Medio. El sacrificio, las matanzas tienen brazos ejecutores y órdenes proferidas por los dioses ya mencionados.

Finalmente, quedan millones de víctimas que han sufrido lo inimaginable y que seguramente en su mayoría solo desean tener una vida en paz y digna.

No podemos, los que vivimos bien, hacernos cargo -con toda la intensidad de la expresión- de lo que deben estar pasando tantos millones de personas. Pero nos consuela no ser nosotros, en el fondo no creo que nadie pueda negarlo, y eso nos lleva a callar, a no levantar demasiado la voz, y a dejar que los acontecimientos sigan su curso. Así ocurrió con los campos de concentración nazis, que desearía recordar no solo exterminaron a judíos, aunque fueron la mayoría. Eso que el planeta se conjuró para que no volviera a ocurrir, ha sucedido muchas veces después, aunque ha quedado semi-escondido, ocultado. Hoy sigue habiendo exterminios, pero los hemos normalizado, como un mal inevitable, o que no conviene evitar en muchas ocasiones, o que no nos afecta y dejamos que se produzca la masacre.

Intento hacerme eco de las auténticas víctimas, que sin comerlo ni beberlo padecen los peores sufrimientos que pueden ser imaginados. En su nombre, aunque no sea nadie para erigirse como portavoz, tampoco tienen muchos candidatos.