Hay fechas grabadas en las entrañas a fuego. Son la culminación, a veces, de un largo periodo de sufrimiento en el que se va fraguando un desenlace inexorable. Entre esos días que son llagas, está la pérdida de un ser querido por una enfermedad terminal que puede ser cáncer -muy a menudo- o esa cruel d-generación que es la ELA. Esta enfermedad se ha dado a conocer, algo más, desde que el exfutbolista del FC Barcelona fuese diagnosticado y tomase el relevo de un luchador que dedicó sus últimos años de vida a visualizar la enfermedad y a reclamar investigación y recursos. Ese fue Jano Galán. Hace poco publiqué un post en el que hablaba tanto de Juan Carlos como de Jano, y otros que no conozco y que también están ahí demandando lo que es de justicia.
Hoy, que se cumplen siete años de la muerte de Jano, desearía hacer una reflexión sobre la pérdida, el duelo y cómo se puede afrontar un suceso de este calibre.
La pérdida de alguien muy próximo es irreparable. Nadie va a sustituirlo, ni la manera de sobrellevar esa ausencia sin que tu vida se detenga es pretender llenar ese vacío. Personalmente, he sufrido pérdidas, sin embargo, me siento una neófita que por circunstancias X no creo haber experimentado nunca un duelo, o si lo he hecho tal vez las emociones estaban en sintonía con lo que ya sentía de forma nuclear por la vida.
No obstante, mi intuición me lleva a identificar el duelo como el proceso mediante el cual asumimos y normalizamos una ausencia. ¿Cómo se puede normalizar una ausencia? Entiendo que la única manera es llenarla a rebosar de los momentos de amor y alegría que esa persona nos regaló. Llenarnos de cuanto nos legó, e hizo de nosotros personas más plenas. Así, el duelo se culmina sanamente cuando re-cordar -traerla de nuevo al corazón- a esa persona nos desbordamos del amor que sentimos por ella y por el que ella nos brindó, y algunas personas son casi aristócratas dando amor.
Hace años que conocí, virtualmente, a un tanatólogo existencialista según se define él mismo, a raíz de un libro que publicó titulado “La habitación vacía”. Se dedica al acompañamiento de personas que están pasando por una etapa de duelo o no logran superar esa fase. Es el Dr. Oswaldo Loera del que os proporciono el Facebook por si alguien quisiese contactar con él: https://www.facebook.com/oswaldo.loeracervantes?locale=es_ES
Al final del post os dejo el vídeo de la presentación de su libro, antes mencionado, que realizamos en el CLUB MUNDIAL DE FILOSOFÍA.
Siguiendo con el duelo, querría hacerme eco de quienes sufren la peor pérdida que hay: la de no tener nada que perder, porque no se tiene nada. Hay personas que desde niños han sufrido un abandono o incluso maltrato emocional, el cual puede revestirse de diversidad de formas, y que truncada su capacidad de vincularse. posteriormente, por la desconfianza y la autoprotección que han desarrollado no son capaces de identificar pérdidas, duelos o inclusive están siempre al acecho esperando cuando alguien los abandonará, ya que carecen de lo que se denomina la confianza básica. Su vida es un duelo permanente por lo que necesitaban para su crecimiento emocional y nunca tuvieron. Siendo así, les cuesta identificar un duelo real, porque no experimentan la permanencia del objeto y, por ende, cuando alguien no está lo experimentan como definitivo.
Así, el duelo por la muerte de alguien es duro, pero el duelo por la ausencia total de cualquiera es una lacra irreparable. Tal vez las palabras que podéis escuchar a continuación del Dr. Oswaldo Loera os aporten más luz.

🩵
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