“De hecho desde la Ilustración, el compromiso en torno a la igualdad de derechos se confunde con la idea de igualación o de uniformidad. Esta confusión se ve amplificada por las reivindicaciones características de los modernos Estados nación, de una existencia homogénea y autárquica. Arendt, pese a conceder importancia primordial al hecho de pertenecer a una comunidad política, a un Estado de derecho, es también consciente de que los derechos de ciudadanía que rigen el Estado nación han sido y pueden ser reductores de la diversidad humana.”
Birulés, F.: Hanna Arendt: libertad política y totalitarismo. Ed. Gedisa, 2019. Pp. 75-76
Este fragmento que destacamos del ensayo de Birulés sobre el pensamiento de Arendt es de notoria importancia con relación al conflicto bélico entre Israel y Palestina que está teniendo lugar desde hace más de un mes.
Si la Ilustración supuso esa confusión entre igualdad y homogeneidad, se entiende que lo diverso en las sociedades modernas fuese anulado o ninguneado. Esta diversidad puede ser étnica, ideológica, religiosa, etc. Ser ciudadano, sutilmente, implica, con el desarrollo del modelo ilustrado, ser de una determinada manera y lo eso que nos iguala es lo relevante.
En este contexto sitúa Arendt el antisemitismo creciente que se extendió por Europa en el S. XX. Sin embargo, la filósofa tiene la voluntad de ser crítica y analizar de qué manera pudieron contribuir los mismos judíos en la extensión de su rechazo. Uno de los factores que señala es la inhibición de estos en la vida política, estando más presentes en la económica, aunque ésta también declinara con el ascenso de la nueva burguesía. Otro elemento que señala es el aislamiento de los propios judíos de la vida social.
Así, parece llegar un momento en que la confusión del término igualdad y la inhibición judía en la vida política social hacen difícil combinar la ciudadanía de un estado con la condición de judío.
Es decir, la victimización del pueblo judío a lo largo de la historia deriva de su pasividad en la participación de lo público, dificultando su integración y demostrando que no es desde ningún punto de vista incompatible, o no debería serlo, pertenecer a una etnia que practica una religión con su inclusión como ciudadano en un Estado.
Obviamente, hemos destacado algún rasgo de la compleja obra de Arendt, a través del análisis de Birulés, Los orígenes del totalitarismo. En concreto estos porque nos conducen a entender el porqué tras el holocausto nazi -que no solo sufrieron los judíos, aunque sí mayoritariamente- se desbocó la convicción de que era necesario que los judíos tuvieran su propio Estado, solo en esas condiciones dejarían de ser perseguidos y anulados. La compensación que Occidente otorgó al pueblo judío fue establecer y reconocer el Estado de Israel por considerarla ellos mismos su tierra originaria.
Sabemos que la “solución” fue el origen de un conflicto que dura más de medio siglo, porque aquellas tierras estaban pobladas por el pueblo palestino que se fue siendo expulsado por la guerra que desató Israel para recuperar todo su territorio. Recordemos que para los musulmanes aquella tierra tiene también un valor y simbolismo religioso importantes. Es decir, para compensar un desastre humanitario, se origina otro que consiste en el enfrentamiento de judíos y palestinos por reivindicar unas tierras como históricamente propias.
Es desatino de la ONU en aquellos momentos fue supino. Pretender que por decreto ley se cree un Estado, dividiendo las tierras, donde ya hay otro Estado histórico, no puede acabar bien.
El dolor irreparable que se grabó en el ADN del pueblo judío con el exterminio nazi provocó un movimiento sionista convencido de que la única solución definitiva era la creación y reconocimiento de un estado propio que los defendiera, ya no como ciudadanos, sino como judíos.
No obstante ¿qué hay del pueblo palestino? ¿qué hay del estado palestino? Ambos se sienten con el mismo derecho sobre el territorio, agravándose la situación si tenemos en cuenta que la creación del Estado de Israel en tierras Palestinas fue la forma que encontró Occidente para reparar lo irreparable.
Y, paradojas de la historia, Los judíos son los nuevos nazis de los palestinos, con la diferencia de que los palestinos se defienden, se resisten y no adoptan esa actitud de víctima que asume su destino que impidió una revuelta mayoritariamente judía contra el régimen nazi. ¿Hubiera sido peor de lo que fue el holocausto?
Estamos, pues, ante un grave problema que solo se solucionará si llegan a un acuerdo los israelíes y los palestinos, y son capaces de dividir el territorio en dos Estados. Ciertamente, después de tantos muertos, de tanta guerra y miseria ¿no sería lo mejor?
Procurar una solución occidental partiendo de la diversidad de las sociedades -que no está tampoco resuelto en relación a la inmigración- no es factible, si por ellos entendemos que convivan ambos pueblos en el mismo territorio. Eso no ha funcionado, ni lo hará tras el dolor y el odio mutuo que se ha gestado.

Ingenuidad filosófica…mientras el patrón (USA) no cese de apoyar a sus halcones Israelitas…la sangre, la injusticia y el genocidio seguirán, as always. Mejorar prepararse para la siguiente generación de odio que se está gestando en Medio Oriente gracias a este conflicto, si ISIS fue un problema, esperen a sus herederos…Mi otro Yo que no deja de dar mensajes «positivos»…sorry…
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