Ayer el periódico La Vanguardia publicó una entrevista con la filósofa Judith Butler, a la cual se identifica a menudo con la teoría queer de forma casi exclusiva, olvidándonos de que posee una larga reflexión política y ética sobre las sociedades actuales y sobre cómo sería posible un mundo habitable para todos. Entre otras cuestiones le preguntan por el conflicto entre Israel y Palestina. La filósofa estadounidense, judía de origen, se muestra tajante:
“No creo que Israel sea una democracia. Una democracia que depende de la expulsión constante de personas y de su subordinación radical o de su muerte ha perdido los fundamentos legitimadores de su identidad como estado democrático”.
Retrocede al origen del conflicto y recuerda que en aquel momento podía haberse optado por un Estado binacional de judíos y palestinos por igual; por esto apostaron Hanna Arendt y Martin Buber, y ella afirma que se hubiese inclinado por esta opción. Sin embargo, hay que recordar también que cualquier imposición de un estado a ciudadanos que ya tenían uno con el que se identificaban, no hubiese sido una buena solución. La historia nos muestra cómo otras naciones, con menos legitimación que la palestina, se han rebelado contra lo que percibían como una absorción o aniquilación por parte de otro estado y han dado lugar a luchas armadas de años (Irlanda, País Vasco, …). Aunque en los años cuarenta pareciera la solución más justa, dejaba de serlo en cuanto un estado era disuelto para la creación por decreto de un supuesto Derecho Internacional -creado ad hoc– de otro nuevo con etnias muy diferentes, separadas además por un fervor religioso que enfrenta, como si la existencia de uno pusiese en peligro la del otro. Aunque muchos se rasguen las vestiduras hoy en día la única solución viable y más justa -que no sé si plenamente justa- sería la de dos Estados: uno judío y otro palestino.
De la entrevista, querría destacar que la caracterización de lo que no puede constituir una democracia -expresado en el fragmento extraído- podría ser aplicada a muchos países occidentales en relación con la oleada migratoria. Las democracias occidentales se comportan como si su subsistencia dependiese de no verse “invadidas” por individuos a los que se les niega la condición de ciudadano, son expulsados, o dejados a su suerte en el mar bajo el supuesto de que se está traficando con personas. Las circunstancias parecen otras, pero no son en el fondo tan diferentes: los judíos reclaman como propia una tierra que perdieron hace siglos, por pueblos que iban ocupando otros, como pasó en la mayor parte de lo que consideramos Europa u Occidente. Así, debemos recordar que los imperialismos que dejaron en la penuria al robar sus materias primas, su riqueza y su mano de obra, sometiéndolos como colonias, son mucho más recientes que Israel, que nunca existió como concepto de estado moderno. En consecuencia, si estos estados que sometieron por la fuerza a otros dejándolos en la miseria no asumen que ciudadanos que están viviendo en condiciones derivadas de ese imperialismo puedan trasladarse a vivir a sus tierras, están incumpliendo los cimientos de lo que sería una democracia, ya que niegan un derecho implícito a los recién llegados, a cuyos antepasados expoliaron. Y en muchos casos sigue siendo así.
Podemos cuestionar que Israel sea una democracia, pero si seguimos el criterio que destaca Butler deberíamos rechazar la existencia de ninguna democracia. Israel no es una democracia, pero seguramente por otras razones no incluidas en la entrevista que lo demuestran. Si, además, la exclusión de los palestinos la convierte en una imposible democracia, considero que es de justicia reconocer que no hay rastro de tal “cosa” en el planeta. Todo Estado es excluyente, y lo es además de forma premeditada respecto de determinados grupos por razones étnicas, económicas, religiosas. Tal vez por ello la mayoría de las democracias occidentales se están convirtiendo en cómplices de un genocidio que no quedará impune. Veremos cómo las organizaciones “terroristas” proliferan en los próximos años, si es que no se está fraguando ya algún tipo de venganza por la masacre que se está cometiendo con el pueblo palestino, mientras todos observan. Ni una sanción, la boca pequeña. Mientras todo occidente apoyó a Ucrania ante la invasión de Rusia -lo cual habría que analizar- no solo con palabras, si no proporcionándole armamento para defenderse, además de la diversidad de bloqueos y sanciones económicas. ¿Israel es diferente? Creo que vivimos aún bajo un complejo de culpa que no nos pertenece, y que el gobierno israelí está cometiendo atrocidades sin escrúpulos, como si estuvieran vengando lo que sufrieron sus antepasados con quienes no tuvieron nada que ver.
Tenemos el deber político y moral de parar el exterminio que se está produciendo, al igual que otros exterminios de los que hacemos oídos sordos. No somos democracias porque no todas las vidas valen lo mismo, y sin ese reconocimiento de facto, somos sectarios, racistas y otros adjetivos que son de per ser antidemocráticos por ir en contra de los valores básicos que debe respetar cualquier democracia.
REFERENCIAS DE INTERÉS:
https://www.democracynow.org/es/2023/10/26/judith_butler_ceasefire_gaza_israel
https://www.instituthumanitats.org/es/cursos/lectoras-de-judith-butler

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