Reaprender a mirar.

Tengo una nueva mirada que desconozco hacia dónde me conducirá. Hoy es todo algo borroso y apagado, pero los augurios dicen que debo aprender de nuevo a mirar. Es poético hallarse en esta situación de reconstruirse desde otra perspectiva. Más aún, sabiendo lo que ya sé que, sin ser mucho, es más que cuando de recién nacida me enfrenté a esos estímulos alocados del exterior.

La vida, a pesar de todo, me ha brindado dos momentos privilegiados de renovación, y debo reconocer que es un lujo que pocos experimentan. Del primero, no hablaré. Pero sí de este último en el que me voy desplegando. Las sombras son más abundantes, las cosas parecen traslúcidas y no transparentes, pero sé que con tesón -como siempre- iré iluminando cuanto me rodea con una luz de una intensidad mayor, y penetraré en el desafío de reconocerme y reconocer a los otros.

Quien ha experimentado la posibilidad de no ver, cualquier atisbo de sombra se le muestra reveladora.