Lamento decepcionar a quienes, atraídos por el título, se han lanzado a la lectura de este post con la esperanza de que, de una vez por todas, alguien ha dado con la piedra filosofal. Si eso ocurriese en algún tiempo futuro, tened claro que no seré yo quien descubra nada similar. La vida buena con se logra con ningún tipo de normas, pautas o consejos universales que nos liberen de la responsabilidad de nuestra propia existencia.
En primer lugar, porque lo que sea la vida buena es relativo y, aún más, subjetivo. Algunos pueden relacionarla con el nivel económico y social del que gozan, otros con la forma ética de vivir, otros simplemente con el deseo de tranquilidad y sosiego, y otros con la felicidad, …
La diversidad es la norma, lo cual nos induce a reconocer, sin embargo, que sin unas condiciones económicas mínimas que permitan existir sin angustia por la supervivencia no es posible una vida buena, pero que siendo condición necesaria no es ni mucho menos suficiente para lograr una vida buena. Respecto de su relación con la ética, cabe plantearse si una vida que solo busca el propio bien, sin tener en cuenta el valor de sus acciones con relación a los otros puede ser realmente buena. Esto por una razón simple, ¿podemos vivir bien como humanos sin tener en cuenta el bienestar de los otros humanos? De la respuesta que demos a esta cuestión dependerá nuestra percepción de qué es la ética y de si hemos sabido profundizar suficientemente en su naturaleza. Lo ético es el resultado de una reflexión de calado que tiene en consideración la condición humana. No consiste en un conjunto de normas morales, ni el moralismo está implícito en el que estamos afirmando sobre la ética. Antes bien, la cuestión de la ética es cómo nos vinculamos, afectamos los unos a los otros y con qué propósito.
En un mundo como el que hemos construido en el que la presión, la competitividad y la dedicación a lo profesional por subsistencia o prestigio social, nos asfixia. Así, algunos solo aspiran a vivir de forma tranquila, minimizando la presión externa y buscando un recodo de paz. Esta actitud es comprensible sobre todo para aquellos que creen que vivir no puede ser solo esforzarse, trabajar hasta caer reventado, y descansar para volver a trabajar. En este sentido, tal vez sea preciso que cada individuo establezca qué bienes materiales necesita para vivir con dignidad, y de cuáles puede prescindir, en cuanto su necesidad de salario será mayor o menor. Es cierto, no obstante que muchos no tienen el privilegio de tomar esa decisión, ya que dedicándose toda la jornada a trabajar no consiguen ni cubrir los gastos mínimos, como la vivienda, los suministros, la alimentación. Esto nos conduce a sospechar que la vida buena está al alcance de unos pocos, y que otros deben hacer buena, una vida que aparentemente no puede serlo.
La cuestión ética está relacionada con los otros, aunque no de una forma inequívoca, ya que bien podría ser que predominara una ética egoísta que sitúa en el centro el yo, y los demás son elementos subsidiarios. Hay quien puede cuestionar que esta visión sea ética, pero, de facto, hay quienes sostienen que sí. Y, por último -según los elementos planteados al inicio- la felicidad puede ser, como sostuvo Aristóteles, el fin de la vida humana. La objeción a esta visión es que, aunque muchos podrían decir que sí, sabemos que la felicidad como estado permanente no es real. Son instantes que se experimentan de una diversidad de maneras: por la contemplación estética, para unos, por el goce personal para otros, o recibiendo amor y dándolo a los otros, …sea como fuere, no es más que un cúmulo de instantes aislados que suelen brillar por su ausencia, y que consista en lo que consista debemos saber precisarlos y vivirlos cuando se presenten ¿azarosamente? ¿por una acción que busca como resultado un instante de felicidad? Tal vez se da un poco de todo.
Lo que parece evidente es que no podemos ser como críos que no soportan un rato de aburrimiento, ya que la mayor parte del vivir es una calma chicha, que no recordaremos en absoluto. Y, aunque parezca absurdo, podemos estar agradecidos por este insípido estar en el mundo, ya que su contrario sería una vida llena de turbulencias, miedo, sufrimiento que nadie desea a priori.
Así, nos volvemos a preguntar ¿Cómo vivir bien?[1] Pues descubriendo nuestra manera de sentirnos bien, teniendo en cuenta los factores mencionados y otros que seguramente podrán añadírseles. O sea, dada la existencia, hay que rebuscar cómo con nuestra idiosincrasia podemos acumular experiencias que sintamos como culminantes.
Decía Aristóteles al respecto:
“(…) No sin razón el bien y la felicidad son concebidos por lo común a imagen y género de vida que a cada cual le es propio. La multitud y los más vulgares ponen el bien supremo en el placer, y por esto aman la vida voluptuosa. Tres son en efecto los tipos más salientes de vida, a saber: el que queda dicho (bien supremo es el placer), la vida política, y en tercer lugar la vida contemplativa. La mayoría de hombre muestran tener decididamente alma de esclavos al elegir una vida de bestias, justificándose con el ejemplo de los que están en el poder (…)”
Aristóteles, Ética Nicomaquea. Editorial Porrua nº 70. Libro I.
El fragmento extraído de la gran obra ética del estagirita muestra dos aspectos bien actuales: la identificación del bien máximo con el placer -entendiendo por este último algo frugal, banal y huidizo- y la riqueza, que se infiltra por los poros de cada uno y de todos los individuos como, de facto, lo mejor para ser feliz; y tomar la vida política como legitimadora de una vida feliz que se deja arrastrar por pasiones, deseos como el poder.
Observamos que, no cualquier placer merece ser identificado con la felicidad, y que lo político tal y como se muestra empíricamente no es ningún modelo de vida feliz. Estas aseveraciones de Aristóteles podemos sostenerlas actualmente, ya que el placer para contribuir a la felicidad debe ser clarificado, y que la política es un ámbito donde predomina el deseo de dominio de unos hacia otros.
De esta forma, vivir bien es un trayecto forjado individual y colectivamente en un contexto material determinado, que debe ser querido éticamente, es decir, para mí y para los otros. Siendo humanos, no podemos prescindir de nosotros mismos para lograr una buena vida, porque es como lanzarse al abismo para desintegrarse y zanjar la cuestión.
[1] Lectura crítica de la ética de Aristóteles. https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-24502010000200003

Me gustó, tocando varios conceptos inseparables con la ansiada búsqueda de la felicidad. Me gustó también la cita de Aristóteles, la última frase, en que parece extraerse que para la gente sin criterio, pueda ser un ejemplo para alcanzar esa felicidad el ejemplo de la gente con poder, que parecería gozar del preciado don…así nos va! Saludos Ana.
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Gracias!!!!
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