El imperalismo occidental como voluntad de poder.

Un comentario

Ayer tuve la ocasión de visionar un documental titulado “Israel y Palestina: historia de un conflicto” (en la plataforma de Movistar). Probablemente, forno parte de la mayoría ignorante que no sabe que hay que remontarse, al menos, al año 1912 para entender la situación actual, absolutamente enquistada. El causante: el denominado Nuevo Imperialismo británico que poseía colonias en lo que hoy conocemos como Oriente Medio. Entre ellas las zonas que hoy se corresponderían con Irak e Israel entre otras, y que le resultaron estratégicas para el dominio del Canal de Suez, vía de comunicación fundamental con la India, que era su gran colonia.

Sin entra en detalle, os conmino a ver el documental, las dificultades de Gran Bretaña durante la I guerra mundial y el riesgo de derrota le llevó a hacer una doble promesa que nunca pensó en cumplir: por un lado, a los nacionalistas árabes que soñaban con la gran Arabia, y por otro lado con el incipiente movimiento sionista que siendo minoritario consiguió un gran poder por la diáspora y, en consecuencia, la presencia de ciudadanos judíos en casi todo Occidente y en Asia. Se temía que pudieran perjudicar los intereses de los países occidentales si los diversos enclaves judíos se rebelaban contra sus gobiernos con estrategias económicas perjudiciales.

En definitiva, el imperio británico tuvo la desfachatez de prometer un estado a ambos movimientos nacionalistas en la misma tierra, a condición de que le ayudaran a proteger el Canal de Suez. Digamos que los árabes y los judíos se lo tragaron, inclusive cuando se destapó la doble jugada británica, judíos y árabes llegaron a un acuerdo para fundar dos estados en una tierra que se dividiría. Sin embargo, la voluntad de Gran Bretaña fue aliarse con Francia y repartirse el territorio -más el imperio otomano- entre ambos, incumpliendo toda promesa que, inclusive, había quedado formalizada por escrito, en concreto en el caso de los judíos; los árabes se fiaron de la palabra con algo más de ingenuidad.

La zona siguió hasta la segunda guerra mundial sometida al protectorado inglés que por incapacidad de afrontar tanto desastre simultáneamente fue liberando a las colonias, aunque mantuviese cierta presencia en ellas.

El resultado: ni estado para los árabes entre los que estaban los palestinos que se consideraban el sur de esa Gran Arabia soñada, ni estado para los judíos. Acabada la segunda guerra mundial y a consecuencia del Holocausto la ONU, decretó la creación del Estado de Israel, cumpliendo algo pactado hace muchos años con Gran Bretaña a la cual estaba sometido el territorio. ¿Qué pasó con los palestinos? Pues que así estamos. El conflicto se trasladó a un enfrentamiento entre israelís y palestinos, cuando el problema lo habían creado dos potencias occidentales.

Si destaco, e intento recuperar esta parte de la historia que pocas veces se tiene en cuenta, es porque si nos apercibimos en muchos de los conflictos actuales entre estados se halla aún la huella del imperialismo occidental que hasta la segunda mitad del S.XX se mantuvo. ¿Ha desaparecido? De facto no, y sigue siendo el afán de engullir a los otros para beneficiarse, lo que marca la situación geopolítica actual, que no solo se ve condicionada por el imperialismo occidental, sino por el de aquellos territorios que quieren frenarlo, adelantándose a ellos -más de lo mismo- como Rusia y la China, eso sí, esta última con una estrategia diferente excepto en territorios como Hong-Kong y Taiwán.

Concluyendo: el afán de dominio, de someter al otro, que algunos especialistas sitúan históricamente en las denominadas guerras púnicas, es el virus letal que ha recorrido la condición humana y que, aún habiendo superado ese estado de naturaleza hipotético postulado por los contractualistas, se transformó en el hombre como lobo para los hombres a el Estado como Lobo para los otros Estados. Y de aquellos polvos, estos lodos.

La reflexión de fondo es recurrente y está directamente relacionada con la erótica del poder que seduce a los gobernantes de los diferentes países, aunque lo que denominamos Occidente ha sido y es la fiera menos domesticable. Todo está justificado, en última instancia, para mantener el poder político y económico y acrecentarlo. El fin justifica los medios. Y, lamentablemente los medios son los ciudadanos de a pie que, sin voz ni voto, van pereciendo como moscas ante las brutalidades que se cometen. Rebuscan argumentos, unos estados y otros, para legitimar sus atrocidades, pero es la voluntad de poder, de dominio y sometimiento del otro, la que manda. He utilizado intencionadamente la expresión de voluntad de poder nietzscheana[1], aunque algunos especialistas minimicen la importancia de ésta en el pensamiento de Nietzsche, ya que considero que la crítica devastadora, que hace el pensador nihilista a la cultura occidental, no es comprensible sin este concepto, y como hemos visto es un referente que aporta luz a gran parte de la historia de occidente y de la globalización actual.


[1] https://www.filosofia.net/materiales/sofiafilia/hf/soff_u11_3.html

Singular: 1 comentario en “El imperalismo occidental como voluntad de poder.”

  1. Creo que no se puede culpar a Israel de nada. Tienen todo el derecho del mundo a defenderse y además son el único país de esa zona que comparte ideales con nuestro mundo occidental y es nuestro aliado democrático. Los llamados palestinos son de hecho jordanos y ahí esta Jordania para que regresen. No existiría conflicto en el Oriente Medio si Europa no se mete a defender lo indefensible. Gracias Ana, buen post. Un saludo…

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