El bagaje vital: surfing/oceanografía.

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Después de años leyendo a filósofos y literatos, interiorizando parte de lo leído, y formando así el bagaje de mi experiencia, hay una serie de ideas que tienen una presencia fuerte en mí. Matizo que no le leído todo lo que hubiese querido, aún me queda tiempo, o no, pero donde faltaban los libros se imponía la realidad, y son los mejores maestros: lo que vamos viviendo y lo que leemos, y resulta significativo para nosotros, conforman esa pequeña dosis de sabiduría práctica que nos ayuda a elegir a lo largo de nuestra existencia.

Entre las ideas nítidas que mencionaba voy a destacar una que me parece crucial: hay humanos que recorren su existencia aprendiendo surfing, y otros aprendiendo oceanografía. Es decir, unos se entretienen con las olas y otros profundizan en sus causas y otros fenómenos del fondo del mar.

La imagen ilustra dos actitudes vitales: los que vadean por la superficie sin querer tocar el fondo, y los que se sienten impelidos a rastrear el fondo para entender por qué se producen las olas y otra serie de fenómenos submarinos.

Los surfistas serían los humanos que prefieren la superficialidad a la que nos invita la sociedad capitalista y que, al considerarnos sujetos de consumo, nos asigna un rol que puede cumplirse de forma excelente si tienes un poder adquisitivo importante. Lo oceanógrafos necesitan entender lo que ven, sumergirse en el mar retando a las olas para descender al fondo y vérselas con lo fundamental. Los primeros han sido educados en entornos en los que explícita o implícitamente valoran los bienes materiales como superiores, intentan aproximarse así a lo que ellos entienden por felicidad sin pensar demasiado ni ahondar en nada. El problema de esta perspectiva es que parte de un supuesto imposible de cumplir: la juventud. necesaria para disfrutar de los placeres materiales sin restricción. no dura siempre; así se entiende el cuidado que dedican a su físico y a parecer eternamente jóvenes ya que la edad es sinónimo de decadencia no solo física, sino interior. Los segundos, los oceanógrafos, han sido educados en contextos en los que los bienes espirituales -estoy usando terminología utilizada por filósofos como Schopenhauer, Mil…- son valorados como superiores y, en este sentido, la cultura, el arte, la música y cuanto está implícito y se deriva de ellas -por ejemplo, la importancia de la interconexión con los otros-.

Este retrato es impresionista, no pretende reseguir las líneas exactas de lo que acontece, sino proporcionarnos una imagen general que nos muestre las posibles vías por las que podemos transitar durante la existencia.

Sintetizando: la idea que desde siempre ha ido calando en mí -y no porque el entorno lo favoreciera en el sentido en el que yo he mencionado[1]– es que el cuidado interior y el logro de una estabilidad emocional que supere la volatilidad, son ejes necesarios para una vida mínimamente satisfactoria. Esto no se logra consumiendo cosas -que opera como un lenitivo- sino nutriéndose de los otros, a través de lecturas y por supuesto de vínculos auténticos. La felicidad es una utopía que tal vez solo puede identificarse como un computo global de la vida cuando llegamos a la etapa final, ya que la existencia está llena de momentos buenos sin que ninguno de ellos, en sí mismos, constituyan esa palabra tan enorme y lejana que usamos con tanta frivolidad.

Finalizo con una recomendación de Schopenhauer:

“Por eso deberíamos poner nuestra atención principalmente (…) en vivir bellamente, mientras la mayoría de las veces nos fijamos en vivir bien”[2]

Esta cita, si la leemos apresuradamente, puede parecernos contradictoria con lo expuesto, ya que tendemos a asimilar lo bello con lo material, y lo bueno con lo espiritual. Sin embargo, hay que entender que cuando el filósofo habla de Lo Bello está hablando de lo más excelso, que es necesariamente bueno, así como entendiera Platón. Mientras que la expresión “vivir bien” equivaldría a lo que nosotros hoy denominaríamos vivir satisfactoriamente en un sentido materialista. Tengamos en cuenta que la cita esta extraída de un capítulo en el que argumenta esta aseveración y que por extensa he omitido. Tenéis la referencia de librito, es breve, en el que podéis con su lectura el sentido que Schopenhauer está atribuyendo a sus expresiones.


[1] Hay contexto que por la dureza de las condiciones de vida son una escuela de aprendizaje significativa.

[2] Schopenhauer, A. “El arte de ser feliz. Explicado en cincuenta reglas para la vida” Regla XVII. Ed. Herder. Pp.54.

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