Hay sucesos en la vida que parecen esconder una moraleja. Hace un par de días observé que una de las entradas de mi blog publicada en agosto del 2023, recibía una cantidad de visitas enorme, que me pareció llamativa. La entrada era: https://filosofiadelreconocimiento.com/2023/08/17/la-muerte-mas-desgarradora-perder-a-un-hijo/
En aquel momento, impactada y perpleja por dos acontecimientos que habían afectado a exalumnos -muy trágico ese accidente- y a un colega filósofo, plasmé esas letras sobre la inconmensurabilidad del desgarro y el dolor que debe suponer la muerte de un hijo. En el post citaba un párrafo que hablaba, tres años antes, sobre la muerte de un ser querido, del filósofo Francesc Torralba porque era el padre de uno de los fallecidos, Oriol de 25 años. Tuve noticia de ello, a través de contactos, muy pronto, y junto con el otro acontecimiento en el que falleció accidentalmente, también un niño, creo que tenía seis años, me sentí impelida a hacer una reflexión sobre ello. Más que como filósofa como madre, porque no se me ocurría nada peor que pudiera suceder a mi alrededor.
Curiosamente, descubrí que RAC1 le había realizado una entrevista al filósofo sobre ese acontecimiento sucedido en agosto del año pasado. Entonces entendí el interés por mi post que, sin desvelar la identidad de los afectados, porque no me parecía que yo tuviera ni derecho, ni legitimidad para ello, sí cité las reflexiones que Torralba había hecho tres años antes.
No fue azarosa la cita. Tengo que confesar que no soy lectora de Torralba porque leyendo uno de sus libros, no recuerdo cuál, pero sí que hablaba sobre racismo y la inmigración, me provocó un sentimiento de enfado e injusticia porque entendía que, en el fondo, juzgaba a todas las personas que viven en una zona donde la mayoría son, hoy en día inmigrantes de diversas nacionalidades, por sus actitudes racistas. Pensé, por entonces, que, sin justificar esas actitudes, no se podía llegar a comprender cómo se fraguan esos sentimientos si no se vive en uno de esos barrios o ciudades de la periferia durante un tiempo suficientemente largo. Así que abandoné la lectura de ese libro y de cualquier otro, porque me pareció que era teoría vacía de vida, de experiencia, y que es muy cómodo juzgar determinadas actitudes sin haber tenido la experiencia que te legitima a hablar de lo que sea.
Bien, pues ayer escuché la mencionada entrevista sobre la trágica muerte de su hijo y me llamó sobremanera la atención unas palabras suyas: “Deberíamos limitarnos a hablar de aquello que tenemos experiencia directa”, refiriéndose a los filósofos o pensadores. Celebré sus palabras, porque mi argumento principal, que me hizo perder todo interés por las obras de este filósofo, fue precisamente que tenía la impresión de que hablaba de lo que no había tenido ni remota experiencia y que eso no era bueno para muchas personas que se ven inmersas en situaciones nada desdeñables.
Es decir, en conversaciones privadas podemos hablar sobre lo que nos apetezca, en la intimidad. Pero quien publica libros de reflexión filosófica y teológica de manera divulgativa, por el impacto que tiene, debe ser más cuidadoso en aquello de lo que habla públicamente y en sus escritos.
Lo dicho, lo destaco porque entiendo que él mismo ahora se ha dado cuenta, y eso le honra. Sigo impactada por la trágica muerte de Oriol, y por cómo se puede metabolizar un acontecimiento de ese calado. Acordándome de las tragedias diarias que viven padres y madres que pierden a sus hijos en guerras como la de Ucrania y Gaza, que son hoy las más mediáticas, y de las que nos hemos acostumbrado a ver cómo recogen cuerpos de bebés, niños que personifican la inocencia, y de cuyos padres ni nos acordamos, de ese desgarro, más complejo si cabe, porque son víctimas de asesinos intencionados.
Os dejo el audio de la entrevista, esperando que RAC1 no considere que cometo un delito y que Jordi Basté se sienta, en cualquier caso, halagado por la difusión de su programa.
Desde RAC1 el enlace https://www.rac1.cat/a-la-carta/detail/ae86d71f-25fe-4fbe-836a-b11300b3a497
