Los ciudadanos de a pie, esos ninguneados excepto para adulterar los hechos con una premeditación clara y controlar nuestras creencias, no queremos ninguna guerra, ni en Ucrania, ni en Palestina, ni El Sudán, ni en esa multitud de territorios de los que desconocemos que haya conflictos armados enquistado desde hace décadas. No queremos guerras. La premisa implícita en cualquier conflicto bélico es que se pueden solucionar desacuerdos mediante bombas, tiros y destrucciones masivas. Sabemos que esa no es una solución, rigurosamente, sino la imposición del vencedor de sus requerimientos, y que el problema queda sin resolver, retornando al cabo de generaciones con más fuerza, ya que al desacuerdo inicial hay que añadir el dolor y la ira generada por los muertos y tragedias provocadas por la guerra misma.
En Europa se nos está advirtiendo de la gran posibilidad de que se desate una guerra, principalmente por el conflicto en Ucrania. Sin embargo, partiendo del saber popular que reza que dos no se pelean si uno de ellos no quiere, la advertencia sobre esa posible guerra responde a la voluntad de que los ciudadanos -y no los políticos u otros poderes que así lo deciden- entre en un combate que dudosamente les pertenece, ya que no responde a su voluntad.
Sabemos cómo las gasta el Sr. Putin, pero eso no justifica que entremos en una guerra que implicaría la constitución de dos bandos con arsenal nuclear y líderes capaces de usarlo. Sin ir más lejos tenemos el precedente del uso de la primera bomba atómica que hizo EE. UU. en la II guerra mundial, para dejar clarito quién mandaba allí. Que se llegara a lanzar esa bomba porque ya estaba construida y había que saber que capacidad de devastación tenía es, curiosamente, algo por lo que nunca pagó ante ningún tribunal internacional de justicia América del Norte. Mientras, como debía de ser, se llevó ante los tribunales a los nazis que se pudo. ¿No fue un crimen de guerra el lanzamiento de la bomba sobre Hiroshima y Nagasaki? Creo que rotundamente sí, porque fue algo gratuito con Japón a las puertas de la rendición, y los norteamericanos avanzando el ataque antes de que Japón se rindiera oficialmente para que les diera “tiempo” legítimamente a lanzarla. Esto es algo que se conoce por testimonios de primera mano.
Repetimos NO QUEREMOS GUERRAS, y como es así, deberíamos negarnos a acudir a ningún tipo de llamamiento en este sentido. Ni queríamos la de Irak, ni la de Afganistán, …
Deberíamos quebrar definitivamente esa práctica que consiste en que unos deciden y otros van cuerpo a cuerpo a luchar; mientras la población civil empieza a recibir impactos de misiles y drones habiendo mostrado su negativa ante cualquier conflicto bélico.
Las palabras pueden encontrar acuerdos, con la actitud de todos de lograrlo; los bombardeos y crímenes no solo no resuelve el desacuerdo inicial, sino que va añadiendo motivos para alargar la guerra cuanto les convenga.
No queremos guerras es el clamor silenciado que deberíamos garantizar que sea escuchado con toda la contundencia de la que somos capaces. En lugar de iniciar nuevas masacres intentemos con todo nuestro esfuerzo que finalicen las que hay, y que, aparte de matar a personas de todas las edades con metralla, están matándolas de hambre, falta de asistencia médica, …
¡NO QUEREMOS GUERRAS!

Salud y paz!
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