La burocratización como irracionalidad.

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La burocracia nos está asfixiando. Creo que cualquiera que lea esta afirmación no necesita que le proporcione argumentos porque se sentirá totalmente identificado. El intento de realizar cualquier trámite, no solo en la administración pública, ya que se está extendiendo como un virus, también en la esfera privada, es un acto de paciencia infinita y de lidiar con protocolos que de lo rígidos que son se vuelven absurdos en muchas situaciones. Así, si lo que se pretende es que la racionalidad rija las gestiones y las relaciones entre organismos público, y privados, y los ciudadanos, es urgente revisar los protocolos burocráticos que, además de ser excesivos, agotan la buena voluntad de cualquiera y acabamos crispados e increpando al peón de turno que por un sueldo miserable debe velar por que se aplique, sin tener ninguna posibilidad de acceder y hablar directamente con quienes idean esos dispositivos burocráticos. Quien intente aducir que están pensados para evitar la corrupción y el trato desigual quedará simplemente en ridículo, porque son una traba para quienes no tienen conocidos dentro del organismo X, pero absolutamente esquivables si conoces a la persona adecuada.

El funcionamiento de la sociedad se vuelve fatigoso, logrando que el ciudadano, a menudo, no asista al médico, no gestione ayudas que necesitaría, en definitiva, no haga ninguna gestión para no morir en el intento.

Como ya advertía Max Weber:

“La democratización real o sólo formal de la sociedad en conjunto, en sentido moderno de la palabra, es, en rigor, una base especialmente favorable, pero en modo alguno la única posible, para los fenómenos de la burocratización en general, los cuales pretenden solamente la nivelación de los poderes que se oponen a ella en todas las esferas que intentan ocupar. (…) La democracia en cuanto tal, a pesar de fomentar inevitablemente y sin quererlo la burocratización, es enemiga del “domino” de la burocracia, y a este efecto opone muy sensibles obstáculos e inconvenientes a la organización burocrática”

Weber, M. Economía y Sociedad. FCE. México 1984. pg.743

Esta contradicción latente ya para Weber entre democracia y burocratización se produce porque ni los “funcionarios” son los mejores especialistas en su campo, ni una vida social dinámica y cambiante puede someterse a normativas ancladas e inamovibles. Todos hemos observado, al menos en España, como tras la pandemia del covid19 el grado de burocratización ha aumentado, en parte debido a la incorporación de las tecnologías informáticas para gestiones que acaban suponiendo que el trabajo administrativo lo realiza el usuario y que los funcionarios se dedican “a otras cosas”. Esto ha deshumanizado muchos servicios públicos de primera necesidad y ha excluido y humillado a aquellos colectivos que, por carecer de esos conocimientos, se han sentido indefensos ante esa burocratización online, que impide las consultas de persona a persona.  Teniendo en cuenta que aún, no sé si llegará el día, las webs diseñadas no incorporan todas las contingencias que pueden darse y que el sufrido usuario se queda bloqueado en una fase del proceso, sin poder consultar a nadie de la administración, y quedándole como único recurso quejarse y llorar junto al vecino.

El gesto de realizar una llamada telefónica que hace años solía ser de lo más eficaz, implica actualmente escuchar durante minutos instrucciones de un programa de voz que puede no darte como opción a elegir el motivo por el que llamas. Se cuelga la llamada. La estrategia es elegir cualquier tema descargar la impotencia con la persona que desgraciadamente para ella te ha cogido el teléfono y pretender que te solucione algo que probablemente no está en su mano, y solo puede sugerirte que llames a otro teléfono – ¡Oh, horror!-. Aunque no sé si es mejor que te anuncie que solo puede hacerse online y que las indicaciones que te ha dado no aparezcan en tu pantalla -la desesperación es rabia en estado puro-.

Si del terreno individual lo trasladamos al colectivo, pensemos cómo está el personal sanitario de la burocratización, los profesionales de la enseñanza y de otros colectivos que se ven dedicando más tiempo a cumplir con protocolos burocráticos que haciendo su trabajo propiamente: atender pacientes, preparar clases y dedicar tiempo a los alumnos, …la lista seguramente podría ser casi interminable.

Lo más grave, intuyo, es que conforme más se desarrolle la tecnología de la comunicación y con ella la inteligencia artificial más aumentará el trato con máquinas en lugar de con personas, sintiéndose el ciudadano abandonado a su pericia o a su suerte y masticando una deshumanización del mundo que ya no exige el contacto con los otros prácticamente para nada. Aquellos que se paseaban por al tienda de siempre y charlaban u rato, o que acudiendo al médico se sentían escuchados, o que hacían cualquier actividad que implicase interacción para romper la soledad, se han quedado sin excusas y sin recursos. Cuando más agudizada está la soledad en nuestras sociedades más impedimos el contacto con otros, aunque sea simplemente ir a comprar, ya que todo tiende a una vertiginosa mecanización.

La cuestión daría para una estudio y análisis sociológico extenso que no corresponde aquí, pero sí que reclamo la necesidad de investigar cómo y en qué sentido está afectando la burocratización exponencial gracias a las tecnologías y la inteligencia artificial, para que reflexionemos y esa es la sociedad a la que deseamos orientarnos.

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