Desde el momento en el que mencionamos el abismo alguna noción acude a nuestra mente: imprecisa, opaca, espesa, pero siempre como algo en lo que nos precipitamos, sin poder ni tan solo atisbar si hay fondo, y como sería en caso de que lo hubiese. Es la caída por excelencia de los que ya no hallan ninguna quimera a la que aferrarse. La desesperación es tan aguda que están dispuestos a ser tragados por ese hueco incognoscible, que nos remite a la muerte, antes que seguir soportando lo que ya no son capaces de padecer; se agotó la posibilidad de sufrir y solo resta encontrar la estrategia de finalización.
El abismo nos ofrece una salida eufemística, en cuanto nos imaginamos un desplome hacia lo desconocido que acaba con nuestro ser. A veces, parece más liviano referirnos al abismo en el que nos encontramos que proferir el deseo intenso de morir. Quizás por nosotros mismos, o tal vez por cómo nos juzguen los otros. Quien cae en el abismo se muestra como una víctima que no ha podido eludir ese final. Quien se suicida es enjuiciado de formas más insensibles y crueles.
Caigamos en le abismo, si es el caso, para calmar las inquietudes ajenas.

Quel animal est-ce ce ressenti qui vous traverse le corps ? Ce qui est sûr c’est qu’au total ça avale tout en privant d’air. On dort debout, jusqu’à faire des choses sans rapport avec une capacité physique, comme accroché à garder du rêve dans ce qui caractérisait son genre de départ. Le lâcher-prise n’est qu’une impression de passage. Je crois qu’à sa manière on bande jusqu’au bout.
Je t’embrasse Ana, moi le peintre de la vraie résurrection sans descente de croix.
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