Inteligencia, nihilismo y una III guerra mundial.

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La posibilidad de calibrar el riesgo real de que estallé una III guerra mundial exige poseer más información de la que los ciudadanos de a pie tenemos. Disponemos de información, seguramente distorsionada, sobre acciones bélicas de algunos Estados y de declaraciones entre cruzadas de líderes políticos. Hasta aquí, podríamos decir que hemos vivido situaciones parecidas en el pasado que no han desembocado en ese conflicto mundial tan temido.

Sin embargo, hoy en día hay circunstancias que elevan los grados del calentamiento de las confrontaciones que nos llevan a pensar que este es, tal vez, el momento más crítico que hemos vivido porque están implicados en él las grandes potencias del momento y en juego el liderazgo geopolítico. EUA y la UE, por un lado, y por otro Rusia y la China en una tensión en la que se dirime “quien la tiene más larga”. Y esta lucha de poder sobre un terreno en el que Israel parece haber perdido el norte, ya que más allá de su respuesta original al atentado de Hamás, hace ya tiempo que ha demostrado que la guerra y la voluntad de exterminio y expulsión es del pueblo palestino. No satisfecho con eso mantiene enfrentamientos con guerrillas en terreno del Líbano y se le ocurre, para rematar su brillante hacer, atacar la embajada de Irán en Siria con varios muertos de altos mandos iraníes. Obviamente, tras esto todos estamos pendientes de la respuesta de Irán, que más allá de bloquear el comercio de petróleo en el Golfo Pérsico, parece muy probable que reaccionará golpeando más duramente de lo que ha sido atacado.

El otro punto de conflicto grave, anterior a la invasión desnortada de Gaza y Cisjordania, matando a la población civil y provocando una hambruna y una falta de medios sanitarios al no permitir que actúe la ayuda humanitaria, es la protagonizada por Rusia en Ucrania. Este último punto tensiona las relaciones entre la OTAN, Europa y Rusia. Las reacciones últimas de los países de la OTAN han sido rearmarse, replantearse la vuelta del servicio militar obligatorio y alertar con declaraciones por parte de los políticos de que los ciudadanos no sabemos lo cerca que estamos de la guerra.

Las generaciones actuales de Occidente no hemos vivido directamente una guerra, pero somos hijos o nietos de quienes sí vivieron la II guerra mundial y la guerra civil española. Estamos habituados a ver conflictos bélicos sangrantes por televisión, y ahora por las redes sociales, pero con un grado de realismo que se diluye ante la habituación de los distintos conflictos que se han seguido produciendo por el planeta desde la acometida hitleriana. Ante lo que conocemos sobre nuestro pasado inmediato y los conflictos más cercanos y que más nos afectan de los últimos años, el miedo y la oposición a un conflicto mundial es creciente. Bien, en realidad, el miedo no sea aún un elemento para destacar, quizás por la escasez de información fidedigna de la que dispone el ciudadano; sí lo es, por el contrario, el rechazo a un hipotético conflicto.

En un mundo en el que se ha ido imponiendo la globalización económica y, por ende, cultural; la facilidad de viajar, como nunca antes, de unas partes del planeta a otras;  un mundo en el que parece que lo que deba preocuparnos con más urgencia es el desarrollo vertiginoso de la IA, nos enfrentamos, casi sin habernos apercibido, a la posibilidad de un acontecimiento que dejaría toda otra cuestión entre paréntesis: un conflicto bélico a escala mundial, a partir de dos enclaves, ya en guerra en el que la implicación de las potencias del globo está indirectamente presente[1], Ucrania y Gaza.

Tras años repensando las democracias fallidas, cómo conseguir la igualdad fáctica de derechos, la pobreza, ….nos vamos a tropezar con un escollo que va a relativizar cualquier problema anterior, porque lo que vamos a valorar de forma inminente es cómo sobrevivir e incluso, según el alcance del posible conflicto bélico, si vale la pena el esfuerzo para sobrevivir en el mundo que quedaría tras un conflicto con armamento nunca antes utilizado en guerras a escala mundial -excepto el experimento que quedó impune de EUA en Hiroshima y Nagasaki-.

La paradoja que se elevará como una esfera en la que nos veremos continuamente reflejados será para qué tanto desarrollo científico-tecnológico si su destino va a ser exterminar cuanto más humanos mejor. Esto sí que sería una manifestación sangrante del nihilismo, la nada, y el absurdo más absoluto -este sea, tal vez, el único absoluto que haya-.

Una mirada distante, que trascienda la inmediatez de los fenómenos, nos lleva a replantear cuánta inteligencia poseemos realmente los humanos, y si esa forma de ser inteligente nos ha conducido al absurdo, tal vez, hemos errado en la identificación de qué es o debería ser considerado inteligente.


[1] O directamente ya implicados, depende de los que entendamos por implicarse en un conflicto.Guerra

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