El tiempo como escultor.

No hay comentarios

El tiempo, ese gran escultor que va cincelándonos como singularidades pétreas, a veces solo son muescas, otras, relieves que nos configuran, pero siempre resta el grabado de los instantes que nos pertenecen. Y en ese umbral de lo esculpido cada uno gesta, junto a los tiempos, esa contingencia que nos constituye.

Así, somos el ayer grabado; el hoy tierno y dúctil en el que nos deslizamos, resistiéndonos a ser labrados, no queriendo ser nada en concreto y aspirando a ser siempre posibilidad.

El humano, esa materialidad que rehúsa ser modelada por el tiempo, como si pudiéramos oponernos a lo inevitable. Quizás, porque el fluir con el que se identifica no acepta ninguna exclusión, anhela ser cuanto puede, sin saber qué quiere.

No obstante, espejeados accidentalmente, percibimos el reflejo de nuestro cuerpo, y en nuestro cuerpo nuestra historia, y ésta nos replica cada arruga, cada deformación o cada dolor, cada rastro de placer, y nos vemos inmersos en el proceso de aceptar quiénes hemos sido y quiénes somos ahora. Y nos resignamos a la acción del cincel de ese escultor que es el tiempo.

Deja un comentario