por La manera más apropiada de aproximarnos a la novela de Félix Rueda es atender a la sinopsis:
Maldito espejo pretende ser una novela pedagógica sobre la vida en pareja, un reflejo de la existencia de centenares o miles de personas que conviven, todas distintas, pero todas con elementos comunes que nos recordarán nuestras propias relaciones o la de muchas personas con las que hemos coincidido. Maldito espejo es una metáfora de las relaciones humanas, en las que siempre nos vemos reflejados, como en un espejo que, aunque nos devuelva una imagen invertida, a veces definida y otras distorsionada, no deja de ser la de nuestra propia homología. También encierra el mensaje que, si no sabemos bruñir aquella superficie constantemente para que siempre brille nuestra imagen opuesta, puede que el maldito artefacto acabe reflejando solo nuestra propia imagen o, como lo describe uno de nuestros personajes al final de su historia:
“El maldito espejo se ha roto en mil pedazos y ya no veo en ellos la imagen que me correspondía y me invertía. La imagen complementaria que me permitía ver cómo me reflejaba en los demás, que solo me podían observar gracias a este juego de falsas imágenes que son los espejos de nuestras vidas. De la misma manera como se reflejaba mi amor por Claudia, que en parte no era más que una refracción de mi propia imagen, en la que ella me prestaba sus colores y yo le cedía mis sobras. (…) Ya solo soy una imagen repetida hasta el infinito, fragmentada en las esquirlas del espejo hasta lo más diminuto, donde solo aparezco yo, solo”.
El abordaje que hace el autor de la relación de pareja como un espejeo mutuo revela, a su vez, cómo se gestan esas relaciones. En psicoanálisis se habla de colusión entre los miembros de la pareja, y, ciertamente, esa categoría se ve reflejada en la relación entre los personajes principales, Claudia y Alex. Es una complementariedad que buscamos inconscientemente para ver en el espejo aquello de lo que carecemos, o, en términos más populares, los extremos se atraen. Así, vemos como Claudia es una mujer de carácter, emprendedora y ambiciosa que parece jugar el rol que tradicionalmente se ha atribuido a los hombres. Ella no solo es la que prioriza el trabajo por encima de todo, sino quien a su vez tiende a escarceos sexuales como si una cosa llevase a la otra. Vive fuera del hogar. Por su parte, Alex encarna la estabilidad, el sentido común, la madurez que sostiene la monotonía y quien habita el hogar conyugal haciéndose cargo de más tareas.
Esta inversión de roles es significativa, ya que de alguna manera evidencia que es el papel, la función social que asumimos la que nos hace actuar desde un patrón de poder que acaba extendiéndose por la existencia del individuo, aunque esté focalizada en el éxito profesional.
Los capítulos intercalan las versiones de Alex y Claudia de los mismos hechos, que se reflejan como vivencias distintas y, a veces, comunes de los mismos. Aquello en lo que cada personaje hace hincapié nos muestras su personalidad, sus deseos, sus sufrimientos y sus ambiciones.
Ahora bien, la novela también muestra cómo el juego de los espejos entraña sus peligros, ya que o nos vemos reflejados, junto a la imagen que los otros tienen de nosotros, o como finalizan ambos personajes en sus monólogos: “(…) donde sólo aparezco yo solo/sola.” Este final se evidencia como algo totalmente premeditado, por coincidente, y porque, tal vez, hay una cierta moralina final de que sin los otros la brillantez del espejo se torna opaca; esa opacidad que tiene la soledad misma.
Una lectura ágil, entretenida, curiosa por el dueto que constituyen los personajes, que nos hace reflexionar no solo sobre la relación de pareja, sino sobre el propio sentido del existir, los contratiempos y contradicciones de los tiempos históricos que nos tocan vivir y de más…que espero descubráis con la lectura de esta recomendable novela. Gracias Félix por una entrega más de tus múltiples novelas, que siempre se ocupan de cuestiones relevantes de la vida humana.
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FILOSOFIA DEL RECONOCIMIENTO 