El fantasma incondicional.

No hay comentarios

Imagino, porque puedo, quiero y me arrastran mis emociones, un ser casi fantasmagórico nebuloso, poco definido, pero aplastantemente presente, en el cual voy depositando mis detritos. Necesitamos de esta función simbólica para metabolizar lo que se resiste a ser digerido y evacuado. Así, este ser del que me he apropiado, y que sin mí no sería, me desahoga, expulsando todo cuanto no deseo que me pertenezca mi fantasma ejerce como depositario de lo execrable, maldito y pernicioso.

Sé de su carencia de ser absoluta; tan solo lo imagino como un recolector de cuanto me desprendo, para garantizar que no contamino a otros. Vomito sentimientos de diversa índole, aunque mayoritariamente iracundos, miedos, complejos, culpas inapropiadas. Y, él, con la ternura de quien acoge incondicionalmente absorbe cuanto le confío, con paciencia y sin oposición.

Todos necesitamos un fantasma catártico, sino acabamos creyendo en Dios.

Deja un comentario