El estado de Israel no tiene límites. Actúa con impunidad, inclusive contra tropas u organizaciones de la ONU que están para garantizar a los refugiados unas mínimas condiciones de existencia. El pueblo palestino está siendo víctima del mayor grado de nihilismo al que se puede llegar: el genocidio. Éste es la manifestación más desgarradora de que no hay límite, ni valor alguno, porque cuando se arrasa con la existencia de todo un pueblo, un grupo de humanos por razones étnicas, de manera brutal y sin un ápice de sentido ético, no hay principios que sean moralmente admisibles, ni límites que no puedan ser franqueados, porque el que podría considerarse sagrado es la existencia ajena y esta está siendo liquidada por centenares y ya miles.
No deja de sorprender que un Estado religioso, por definición, pueda compatibilizar sus creencias con un nihilismo, en el sentido negativo y absurdo del mismo, sin que se quiebren sus cimientos. Por esta misma razón hay estados islámicos que han sido calificados de protectores de los fundamentalistas que cometen actos terroristas. Muchos sostienen que el islam es una religión pacífica, y que la paz es un pilar indiscutible. Sin embargo, hay formas radicales de entender la religión que proclama la aniquilación de todos los “infieles”.
Ahora bien, cuando es el Estado el terrorista ¿qué cabe hacer? Creo que primero deslindarlo de la religión, para evitar confusiones y equívocos -muchos seguidores del judaísmo no comulgan con la política bélica de Israel-. El estado actúa por sus propios intereses y prescindiendo de toda inspiración religiosa, aunque la pueda utilizar para legitimarse.
No recuerdo ninguna actuación semejante de un Estado a otros que esté llevándose a cabo con impunidad y el silencio de muchos, los intentos inútiles de la ONU, y también el consentimiento del pueblo de Israel, que se está sometiendo al dictador al igual que hicieron los alemanes ante el nazismo. Aquel dicho de “arrieros somos y en el camino nos encontraremos” parece resonar, con la salvedad de que los palestinos, libaneses y yemenís, nada tuvieron que ver en el holocausto. Así es que el refranero resuena con relación a la actitud que los israelís adoptan en paralelismo con los alemanes no judíos.
Una estrategia pedagógica para despertar a todos podría consistir en ver las descarnadas imágenes, una tras otra, algo así como en la “Naranja mecánica”, para ver si queda alguien con estómago para seguir contribuyendo a esas matanzas. Y la contribución es el silencio, la no acción, la permisividad. Las sanciones económicas y comerciales, la prohibición del comercio de armas y la expulsión de todos los organismos internacionales hasta que no decrete un alto el fuego definitivo, es lo mínimo que se debería estar haciendo. Además, por supuesto, de forzar que se permita la asistencia humanitaria a los palestinos que aún sobreviven, junto a libaneses, yemeníes y también sirios.
No hay límite, porque Dios ha muerto y todo está permitido es lo que está actualizando el Estado de Israel. Que se detengan a reflexionar si no, cómo se puede calificar lo que está haciendo, y cómo debería actuar la comunidad internacional y los mismos israelís.
Si no hay límite, aún no hemos visto todo lo que está por venir.


Pero Ana, ¿Qué prefieres tú, que el estado fuerte en la región sea Irán, o un Líbano controlado por Hizbollah, o Palestina bajo Hamas? Israel tiene que ser duro e implacable con sus enemigos que son nuestros enemigos también…
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Nuestras preferencias no importan. Son los intereses geoeconómicos y políticos los que dedicen si es lícito asesinar a más de 40.000 personas, alrededor de todas sus fronteras. Para mí nada lo justifica, sean de la etnia o religión que sea.
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Nadie quiere justificar asesinatos, pero sería mucho peor si las cosas fueran al revés. Los enemigos de Israel son los enemigos de nuestra Europa. No veo por qué hay que defenderlos y esas cifras de supuestos muertos las dan los propios terroristas.
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