La violencia es un problema político-social y por ello filosófico, y la filosofía puede repensar y actualizar las raíces de la agresividad en los humanos y cómo la sociedad puede vehiculizarla para que, en lugar de violencia, se transforme en un impulso creativo que facilite la convivencia de unos con los otros. Lo problemático diríamos es el grado de agresividad y cómo esta se transforma en violencia contra aquellos grupos que amenazan el estatus quo. Entre estos se hallan las mujeres.
¿Por qué se llega a normalizar o menospreciar la gravedad de la violencia contra las mujeres? Las causas suelen ser múltiples en cualquier fenómeno social, pero intentando simplificarlas, para poder ser operativos en las respuestas, diríamos que la mujer se ha rebelado contra el rol de sumisión y dependencia del hombre, que la tradición ha impuesto, y reclama para sí la igualdad de derechos en todos los ámbitos sociales. Como hablamos de humanos, que todo individuo humano aspire a ser tratado con igualdad respecto al resto, no debería resultar descabellado. Sin embargo, en el caso de la mujer, el hombre sacaba provecho de esta dominación en cuanto quedaba reducida a una sirvienta del hogar y sexual. Aunque la apariencia era que el hombre se desvivía por la mujer -sobre todo en los estratos más altos de la sociedad- lo cierto es que o era utilizada como un elemento decorativo de su propiedad o se convertía en su súbdita.
Aunque desde siempre ha habido mujeres que han reclamado esa igualdad de derechos, el siglo XX se convirtió el escenario en el que la revolución femenina se materializó con cierta contundencia. Así, se ha ido logrando el reconocimiento legal de esa igualdad que no acaba de integrarse en la cotidianidad de la vida social. Ciertos hombres lo experimentan como un agravio porque se les despoja de un poder que consideran casi natural, y eso despierta la fiera que llevan dentro; es decir, esa agresividad que como humanos tenemos y que culturalmente hemos reorientado.
Si las mujeres, o muchas de ellas, han sido capaces de asumir un rol diferente que amplia sus responsabilidades, los hombres deberían tal vez alegrarse de que determinadas cargas, como el sustento económico sea algo compartido. Aunque los hay que esta descarga la experimentan como un cuestionamiento de su virilidad. Sin embargo, lo que debe ser compartido, si aceptamos la igualdad de derechos y deberes ante la ley, es la totalidad de tareas que la vida en sociedad exige.
Establecido esto, la condición para optar a cualquier cargo debe ser la aptitud, no el sexo. La liberación de la mujer -como se le denominó durante los años setenta- es de su exclusión social por el hecho de ser mujer, y estar recluida en un rol que no responde al deseo de muchas mujeres, sino a una tradición patriarcal.
Lo dicho que, a priori, puede parecer razonable entre humanos -al margen de su condición sexual- despierta una reacción de raba e indignación de algunos hombres que no admiten estos cambios de roles, y desean mantener la situación como antes. Así, hay un movimiento, no organizado como tal, que se siente llamado a ridiculizar, morfarse y no respetar a la mujer como ser humano. De ahí se deriva -entre otras razones- la violencia de género, que atañe principalmente a la imposición de la fuerza, el miedo y la violencia de un hombre hacia la mujer. El caso más espeluznante es el que se produce en el seno de la familia, ya que esta violencia es padecida por la mujer y por los hijos, llegando en algunos casos al asesinato mayoritariamente de la mujer y/o de los hijos por parte del hombre.
Querría hacer alguna puntualización sobre el lenguaje que utilizamos para referirnos a estas realidades. Sabemos que el cómo nombramos las cosas no es neutro. Así, hablar de violencia de género cuando esta se produce del hombre hacia la mujer, lo que pretende es reflejar que la mayoría de los casos de violencia se producen en este sentido. ¿Eso significa que no hay mujeres que maltraten a los hombres? En absoluto, de hecho, personalmente conozco algún caso, sin embargo, esta violencia de un género a otro es más abundante en la dirección que hemos mencionado. Si en lugar de violencia de género hablamos de violencia familiar, parece que lo mayoritario sea que se genera un clima agresivo sin especificar cómo se produce en la mayoría de los casos. Si comparamos datos, para aterrizar, de parejas en las que el hombre es el agresor con los que es la mujer la agresora, las diferencias son significativas.
Para entender el cuadro, cabe decir que según el INE la Violencia de Género es todo acto de violencia física o psicológica (incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad) que se ejerza contra una mujer por parte del hombre que sea o haya sido su cónyuge o esté o haya estado ligado a ella por una relación similar de afectividad aún sin convivencia. Mientras que la Violencia Doméstica es todo acto de violencia física o psicológica ejercido tanto por un hombre como por una mujer, sobre cualquiera de las personas enumeradas en el artículo 173.2 del Código Penal (descendientes, ascendientes, cónyuges, hermanos, etc.) a excepción de los casos considerados de violencia de género. La distinción no es del todo nítida, ya que dentro de la violencia familiar incluye la procedente del cónyuge. ¿No sería según su definición anterior este tipo violencia de género?
Víctimas y personas denunciadas en violencia de género y violencia doméstica
Valores absolutos y tasas de variación (%)
| Año 2019 | Año 2020 | Año 2021 | Año 2022 | Año 2023 | Tasa de variación 2023/2022 | |||
| Violencia de género | Víctimas (mujeres) | 31.911 | 29.215 | 30.141 | 32.644 | 36.582 | 12,1 | |
| Víctimas (menores) | .. | .. | .. | 1.376 | 1.816 | 32,0 | ||
| Denunciados (hombres) | 31.805 | 29.135 | 30.047 | 33.209 | 36.434 | 9,7 | ||
| Violencia doméstica | Víctimas | Total | 7.654 | 8.279 | 8.240 | 8.151 | 9.126 | 12,0 |
| Hombres | 2.906 | 3.197 | 3.182 | 3.202 | 3.551 | 10,9 | ||
| Mujeres | 4.748 | 5.082 | 5.058 | 4.949 | 5.575 | 12,6 | ||
| Personas denunciadas | Total | 5.395 | 5.578 | 5.288 | 6.813 | 7.526 | 10,5 | |
| Hombres | 3.885 | 4.028 | 3.834 | 4.943 | 5.274 | 6,7 | ||
| Mujeres | 1.510 | 1.550 | 1.454 | 1.870 | 2.252 | 20,4 | ||
| Personas denunciadas y víctimas a la vez | Total | 192 | 325 | 334 | 413 | 399 | -3,4 | |
| Hombres | 106 | 176 | 174 | 263 | 235 | -10,6 | ||
| Mujeres | 86 | 149 | 160 | 150 | 164 | 9,3 | ||
En cualquier caso, hay quienes niegan la existencia de la violencia de género y consideran que solo es lícito hablar de violencia familiar.
Lo fundamental sigue siendo que el análisis profundo de la sociedad nos permita entender en toda su complejidad esta violencia de género -y familiar si se quiere-, para emprender acciones que permitan minimizarla. El patriarcado está como telón de fondo, pero comprender la resistencia a un cambio en el que ambos sexos pueden salir beneficiados es crucial, ya que la carga que soportaban los hombres cuando de ellos dependía exclusivamente la supervivencia de la familia debía ser otra forma de violencia, si consideramos la exigencia y la presión que debían experimentar. ¿Por qué no perciben la disolución de los roles de género como una ventaja también para ellos? Algunos dirían que la pérdida de poder es para ellos más gravosa que la responsabilidad. No solo en el entorno social, sino también el dominio sobre alguien que depende económicamente en exclusiva.
Urge acabar con esta lacra que afecta de igual manera a los menores, víctimas indefensas de un ambiente de terror, y en el que cada vez más acaban siendo asesinados por uno u otro cónyuge. Parace algo así, como tener la “guerra” dentro de casa, y no saber nunca por dónde van a caer los misiles porque allí no hay sirenas.
