Amaneció descolgado del mundo, con los pies seduciendo al abismo, sin ningún temor. Había deambulado por muchas zonas de la geografía planetaria; observando, intentando entender, y luego, inevitablemente comparando. Cada una con sus peculiaridades, singularidades, pero con un denominador común: la brecha entre los que creen vivir y los que sobreviven. Los primeros zapateando el suelo con arrogancia, suficiencia, como si su situación fuese resultado solo de su esfuerzo; orgullosos de sí mismos confundían la satisfacción que les proporcionaban sus posesiones con la felicidad. Los segundos, condenados a la exclusión de la forma de vida que se les mostraba como la deseable, rateaban y rapiñaban cuanto podían convencidos de su derecho a romper las estructuras que los asfixiaban. En conclusión, había percibido la confusión que todos tienen sobre lo que realmente quieren y desean, víctimas del sistema y de sí mismos por no despertar de esa pesadilla.
Amaneció vagando por una nube de desconsuelo, sin la más mínima esperanza de que algo pudiese cambiar en los humanos. El mundo que había era el que ellos habían ido edificando, lo que los favorecía y lo que los destrozaba. Ese mono tonto por creerse demasiado aventajado se estaba aniquilando a sí mismo, y aunque pudiese ser plenamente consciente de lo siniestro de cuanto había creado, se perdía vadeando en el antagonismo de sus propias contradicciones.
Era como si las distopías que muchos habían descrito fuesen el horizonte al que todo tendía. A mayor progreso científico-tecnológico mayor riesgo de desastre y, con el tiempo, confirmación de las prevenciones que sus artefactos les provocaban. Claro que, también habían hecho un buen uso de sus avances en el conocimiento, pero comparados con los daños eran menudencias.
Amaneció. No sabía con certeza si quería seguir haciéndolo. El sentimiento de decepción, dolor y cierta rabia eran mayores que su deseo de volver a abrir los ojos. ¿Quería volver a contemplar ese panorama? ¿Podía seguir teniendo una brizna de esperanza en el humano?
Era urgente una re-generación de lo humano, adquirir conciencia de lo que puede hacernos sentir instantes de plenitud, recuperando lo que nutre a un humano, a saber, otro/s humanos que nos acojan, y con los que poder irnos reconstituyéndonos. Una mano apretujando otra mano, un cuerpo dando calor a otro cuerpo, un intercambio de palabras, un guiño, horas riendo, horas llorando, y la finitud que nos une como acicate para darle a la vida lo que le corresponde, sin miedo, con el coraje de quererla, y quererla con los otros.
Adelantamos en la curación: el espíritu libre vuelve aacercarse a la vida, lentamente, casi a su pesar, descon-fiando. Todo en torno de él parece que se hiciera máscálida, más dorado, por decirlo así; sus sentimientos ysimpatías adquieren profundidad, brisas tibias pasan de-lante de él. Se encuentra en cierto modo como si seabrieran sus ojos por primera vez para apreciarlas cosas próximas. Está maravillado y se recoge en sí mismo,si-lencioso:¿dónde estaba, pues?
Nietzsche «Humano, demasiado humano».
