La violencia y el menosprecio de la vida ajena.

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La capacidad de imponerse por la violencia y el menosprecio, ninguneo y omisión de las necesidades de la mayoría de los pueblos son, diría yo, el eje de coordenadas en el que se trazan las acciones de los poderosos.

Los populismos de ultraderecha que practican un liberalismo atroz, junto a un contradictorio, a veces, proteccionismo de lo propio patriótico, están desvinculando a los Estados e impidiendo que se lleven a cabo políticas de cooperación que tengan una cierta mirada global. No, por supuesto para fortalecer el tipo de globalismo económico que se ha llevado a cabo hasta ahora, sino para que todos los individuos del mundo puedan disponer de medios para subsistir. Sabemos, por muchos informes de organizaciones internacionales, que con la riqueza que hay, nadie debería morir de hambre o descobijado. Sin embargo, también hemos constatado que esto no es ninguna prioridad en la política económica mundial.

Por otra parte, la proliferación de conflictos armados, en especial en los últimos años en la zona oriental del planeta, parece estarse instalando como la única vía de resolver conflictos. Aunque, como también sabemos, conflictos no resuelve y produce millones de muertos de inocentes que no tienen voz, ni parecen ser importantes para nadie. Anoche en Siria se ha culminado la toma de poder por parte de los denominados rebeldes -vinculados a Al Qaeda/ Estado Islámico-, tras dos años de tregua en una guerra que duró al menos una década. Digamos que “pillando” a todos en otros aferes, se aprovechó la ocasión. Ucrania, El Líbano, El Yemen, Palestina, Israel, Irán, Corea del Norte, Corea del Sur y EE. UU. están librando batallas directas, e indirectas. Hemos citado, únicamente los conflictos que afectan de alguna manera a Europa. La lista se engrosaría si tuviésemos en cuenta el continente africano.

¿No es curioso que nos preocupen las consecuencias de la IA y, en realidad, se esté usando con más o menos discreción en guerras para asesinar a civiles? Como siempre el problema no es la tecnología, sino esos humanos que han perdido el referente de qué implica ser humano y el respeto sagrado que debe suponer la vida ajena, sobre la que no tenemos ninguno, derecho alguno.  Si recuperáramos lo relevante y prescindiéramos del egocentrismo y los narcisismos patológicos, tal vez podríamos regenerar las dinámicas entre los pueblos para velar por la existencia de cada uno de los individuos. Así como garantizar, de hecho, las condiciones mínimas de supervivencia. ¿A dónde nos lleva la destrucción de unos y de los otros? ¿qué sentido tiene destruir y reconstruir cíclicamente? Obviamente, sentido ninguno. Solo la manifestación de la codicia individual de los que ostentan algún tipo de poder que colaboran entre ellos, creen que para su bienestar. ¿De veras que este planteamiento les deja dormir por las noches? ¿No ven los zombis merodeando por sus habitaciones reclamando justicia?

El pronóstico no es esperanzador, porque contra más poder adquieren más se desquician, y el objeto de sus acciones son siempre los inocentes.

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