El sentido del sinsentido.

Un comentario

 “Toda la vida es un gran sinsentido. Y cuando uno se ha esforzado e investigado durante ochenta años, ha de admitir que se ha esforzado e investigado para nada. ¡Si al menos supiésemos para qué estamos en este mundo! Pero todo es y será enigmático para el pensador, y la felicidad más grande es haber nacido estúpido”

A.v. Humboldt[1], Memorias. Editorial: Planeta Deagostini, 2008[2]

El científico alemán presupone, en el fragmento, que debería haber un sentido escrito en la naturaleza, en el mundo al que dedicó su vida a investigar. Constatando que ese sentido parece un enigma indescifrable, concluye que felices son los estúpidos, es decir, aquellos que no se preguntan nada por ser necios y faltos de inteligencia. Es decir, la tragedia de la condición humana es nacer y poseer una vida cuyo sentido no podemos garantizar y, por ende, al contrario que el intelectualismo moral griego, considera que es ser estúpido lo único que puede hacernos sentir felices, precisamente por la ignorancia.

Siendo la cuestión añeja, y siendo curiosamente una inquietud que hallamos, inclusive, en lo que podríamos denominar el saber popular, manifestada en el rechazo de quien “se come demasiado el tarro” y no solo se torna infeliz él, sino que parece ir esparciendo infelicidad por doquier, requiere atención porque los implícitos que contiene deben ser sacados a la luz. Esto nos permite, quizás,  adquirir otra perspectiva.

Ningún estudio biológico-científico pueden dar cuenta del sentido ético de la existencia humana. Precisamente porque estamos mezclando planos del discurso que dicen sobre el mundo y la vida cosas muy diferentes. Los mecanismos biológicos y físicos que regulan el mundo, según la capacidad de conocer del humano, son teoría formuladas a partir de la observación y la contrastación empíricas que dan cuenta de cómo funcionan lo material, o lo corpóreo. Otro asunto, bien diferente, es esa necesidad del cerebro humano de encontrar un sentido a la existencia que nos permita vivir felices. Es, como hemos dicho, una necesidad exclusivamente humana -que sepamos- que no podemos hallar inscritos en mecanismos operativos materiales. Recordemos que, el autor del texto está imbuido por un cierto romanticismo de la época, en la que palpita un idealismo respecto de qué es el humano en el Universo. Sin embargo, el mismo fragmento manifiesta su trágica decepción al apercibirse de que la naturaleza no posee sentido alguno que pueda clarificar, a su vez, si la existencia humana tiene sentido ni si hay un porqué, único y privilegiado, que nos haya llevado a existir.

Aquí es crucial establecer con nitidez que el plano biológico no contiene nada ético, y que la búsqueda de sentido es una necesidad subjetiva de la condición humana que debe ser satisfecha por cada individuo respecto de sus condiciones de vida, así como de lo que considera que es ser feliz. La cuestión del sentido sigue latiendo con urgencia en nuestros días. Se explicite o no, las sociedades actuales no han resuelto el conflicto intrapsíquico, aunque nos induzcan a creer que sí, mediante la sociedad de consumo. Y esto, no por incapacidad o por ignorancia, sino porque les ha favorecido que la necesidad de sentido existencial no se ubique en su lugar, que sería cada sujeto, sino cederlo a las religiones o a la religión liberal capitalista, a fin de manipularnos y estrujarnos el máximo posible.

La existencia puede llegar a tener sentido si la singularidad, el existente, le otorga un sentido suficiente para considerar que ésta vale la pena. Dicho de otro modo, existir en sí carece de sentido, pero una existencia concreta y determinada puede tenerlo si el individuo en el que se ha materializado se lo confiere. Claro está que no se puede elegir un sentido de manera arbitraria o caprichosa como quien elige qué ropa va a ponerse. Un posible sentido solo puede surgir arraigado en la experiencia subjetiva, y emerger desde ella como una cierta luz que haga gratos los días. Y, vale la pena, destacar que quienes sin creer en un sentido trascendente, han sido capaces de hallar un sentido inmanente a su propia existencia es porque han descubierto la suma importancia que tienen los otros, unos respecto de los otros, en contribuir a que existir sea deseable.

Nos hallamos, pues, en un época paradójica: mientras se estimula el individualismo y el egoísmo por parte de los poderes fácticos, los individuos experimentan -y esto es crucial- que la interacción con los otros, la interdependencia y la asunción de que vivimos todos en el mismo barco, con problemáticas similares en todos los ámbitos, exigen que recuperemos las nociones comunitarias, no en lo teórico solamente, sino en la existencia cotidiana la levedad de lo trágico aumenta si compartimos el existir con los otros existentes.

La existencia es un suceso biológico que acontece como humana cuando adquiere un sentido.


[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Alexander_von_Humboldt

[2] https://www.pucv.cl/uuaa/memoria-y-patrimonio/noticias/los-diarios-de-alexander-von-humboldt-1769-2019

Singular: 1 comentario en “El sentido del sinsentido.”

Deja un comentario