La escritura des-sujetada.

No hay comentarios

El aleteo de la escritura se vuelve, con el tiempo, fluido, emancipador y fuente de liviandad. Esclavos de las expectativas e imposturas sociales podíamos -e incluso nuestra misma exigencia de ser válidos- desnortarnos con facilidad de qué razones movieron nuestro gesto escritural desde el principio, por qué y para qué o quién escribíamos, y escribimos.

El tiempo, decía, y no puedo resistirme, una vez más, a hacerme eco de la cualificación que de él hizo Marguerite Yourcenar[1], ese gran escultor, cincela cual artista nuestro siendo; no obstante, ese tallado no es necesariamente castrador; antes bien, la resonancia que sostengo alude a que es también liberador de cadenas que nos han impuesto, y de las que nuestro acto de escribir va desprendiéndose, porque ha aprendido que hay redes nocivas que podemos aguijonear y neutralizar. Y no solo podemos, es que nos hace bien, nos sitúa como sujetos que escriben con un propósito elegido. Y sin esa condición la escritura es un cadáver putrefacto.

Tal vez, por eso podemos gozar de un tiempo breve en el que el tecleo -me hubiera gustado decir “la danza de la mano rasgando con la pluma el papel”, pero nada más lejos de la realidad- consiste en martillear con el mismo corazón, y desde las entrañas, esa máquina digital que, nos ha transformado, y nos ha proporcionado una capacidad de conectar con los Otros inaudita hasta ahora. Seguramente, sin esta tecnología muchos no hubieran iniciado su etapa de escritor, habría menos libros editados, a lo mejor de más calidad en general, pero también la lectura sería un ejercicio más residual.

Atesoremos ese lapsus en el que nos sentimos des-sujetados en nuestro escribir, expresemos lo que brote con más autenticidad, dejemos el postureo, porque si alguien no experimenta un tiempo de libertad en su creación literaria, habrá sido un mercenario, nunca un escritor.


[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Marguerite_Yourcenar

Deja un comentario