Un prólogo que avala un libro. A Ricardo Espinoza Lolas.

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La generosidad de Ricardo Espinoza Lolas al recibir mi manuscrito del libro para prologarlo fue inmensa. Inmediatamente se comprometió a leerlo y escribirme el prólogo, si así lo consideraba. La cantidad de conferencias, entrevistas, congresos, etc. y revisión de galeradas de los libros que va publicando, me llevaron, en más de una ocasión, a intentar desvincularlo de una tarea más. Él persistió en su voluntad de hacerlo, como incansablemente lo hace en la mayoría de las ocasiones que lo reclaman para escribir, dialogar o impartir conferencias entre Latinoamérica y Europa.

En aquel momento, sentí que era una osadía por mi parte pedirle semejante cometido, sin embargo, cuando vi el interés que tenía por leer y poder prologar el libro, me causó impacto y algo de temor: Ricardo Espinoza es uno de los filósofos contemporáneos más reconocido y activo internacionalmente, y pensé que tal vez había apuntado demasiado alto. Ciertamente así fue.

Hace poco ha sido propuesto como candidato al Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales de Chile, eso me ha resultado enormemente gratificante, pero ha provocado que mi solicitud de prólogo me resultara excesivamente pretenciosa.

A Ricardo, hay que leerlo, pero a mi juicio escucharlo te contagia de una pasión, diría que alegre, por todo lo que analiza, reflexiona y concluye sobre lo humano. Si le escuchas una vez, no puedes dejar de “perseguirle”.

Os podéis imaginar que, en estos momentos, el prólogo, que finalmente me escribió Ricardo Espinoza, constituye para mí el mayor reconocimiento que podría tener de la consistencia y validez de mi libro.

Agradecida por su dedicación en tiempo y cuerpo a la lectura de mi libro y cómo no, al prólogo que constituye la mejor reseña que podría hacerse del texto.

Incluyo el prólogo con una inmensa alegría y sintiéndome afortunada.

                PRÓLOGO DE RICARDO ESPINOZA LOLAS

Una Filosofía del NosOtros para tiempos laberínticos

Ricardo Espinoza Lolas 

“Un alma llena y poderosa no sólo se ejercita mediante dolorosos e, incluso, terribles privaciones, expolios, desprecios; sale de tales infiernos con mayor plenitud y poder; y para decir lo más esencial, con un nuevo crecimiento en la dicha del amor. Creo que quien haya adivinado algo de las subterráneas condiciones de todo crecimiento en el amor, comprenderá a Dante cuando escribía sobre la puerta del infierno: ‘también a mí me creó el eterno amor’”. Nietzsche, Fragmentos póstumos…

El Libro de Ana de Lacalle Filosofía desde las entrañas (Terra Ignota, Barcelona, 2025) y que tiene un brillante y sugerente subtítulo Antes de que agonice y solo sea silencio, es un Libro que de suyo, querido Lector, hace bien: diría, incluso, terapéutico; porque literalmente nos hace bien y nos sana de tanta estupidez en la que vivimos hoy en medio del capitalismo más enfermizo que nos destruye desde nosotros mismos y junto a ello de tanta filosofía “parlanchina” que nos agobia por la inmediatez de su decir, esto es, un no decir nada, pero que nos invade por doquier y no podemos dejar de oír.

De Lacalle es la antípoda, por ejemplo, de Byung-Chul Han (en ella siempre resuena un “maldito” como Cioran y eso es muy  bueno porque la vacuna contra los filósofos del establishment, los orgánicos del capitalismo que tienen muchas caras), si este llamado “filósofo “coreano nos quiere hacer ver lo que le acontece al humano en uno y otro de sus libros mediáticos, que salen como “churros” para simplemente no decirnos nada de ese mismo humano (que también es él), porque no tiene nada que decir del humano menos de lo real, ni teoría alguna que mostrar para expresar al humano en medio de estos tiempos, porque se mueve en el decir de lo inmediato, decir que da mucho de sí en estos tiempos de redes sociales y reality show, esto es, capitalización permanente, por esto vende tantos libros el “mediático” filósofo; porque los leen todos en el intento de buscar ansiosamente alguna  receta que les permita leer el presente, entenderlo y de alguna forma esto les daría tranquilidad para seguir siendo capitalistas, porque nada de fondo se podría hacer para cambiarlo, sino simplemente esperar que algún dios ocioso nos salve o que acontezca alguna catástrofe.

De Lacalle en este Libro y en su obra no se expresa nunca desde lo inmediato (esto de por sí es un gran logro de su trabajo incansable), sino desde las entrañas mismas de la mediación, de este humando perdido en lo real mismo (así como el personaje de Bowie en Space Oddity, el Mayor Tom): una mediación que nos lleva por la existencia en sus detalles de vida y muerte; y en lo social mismo, pues ahí se juega todo el Libro en sus decenas de páginas y en lo filosófico. Y, por tanto, su filosofía se aleja de todo pensamiento efectista de recetas, manuales, slogan, griteríos, nada con eso, aunque venderá menos libros el suyo que el del coreano, se vuelve su pensamiento en formidable y para estos tiempos (totalmente para estos tiempos), aunque no encontremos recetas de ningún tipo, por ejemplo, en todos los análisis y matices que nos da para entender lo social no indica que hay atajos para salir de este laberinto capitalista. Pero poco a poco podemos ver, y en especial entre líneas, un cierto camino verdadero por dónde transitar tanto la filosofía como ejercicio intelectual vital para el humano que está siendo en el vacío de la existencia, como de ese humano mismo sobre el cual el filósofo quiere desvelar hoy para señalar algunas esquirlas de inteligibilidad.

¿Qué nos indica este Libro en tanto filosofía? ¿Qué en tanto el humano mismo de estos tiempos? Ambas preguntas se articulan esencialmente entre sí. Y se responden en conjunto, no podría ser de otra manera. Veamos si puedo mostrarlo en este humilde Prólogo para un Libro tan importante que debes leer con tranquilidad, tomando apuntes y reflexionando sobre lo que nos sugiere que miremos, para que de este modo podamos vernos a nosotros mismos. Y así intentemos unos con otros transformarnos.

Una filosofía que en su forma escritural y de contenido se expresa en cierta “distancia” constitutiva de lo contingente “en” lo contingente mismo, es lo que llamaría el momento “ariadneo” de la filosofía de De Lacalle: esto es fundamental, porque atraviesa el Libro de inicio al final. Y ese momento de la distancia es el que sana, nos cura, porque podemos examinar lo que acontece en la inmediatez que nos aplasta a diario y nos abruma, en una mediación que nos posibilita ver la vorágine radical que nos lleva por múltiples derroteros dando tumbos y nos hace añicos como filósofos, porque no tenemos la jovialidad (Heiterkeit) para ver lo que nos sucede; y nos volvemos, solamente, en divulgadores que dan recetas para problemas aparentemente concretos; por eso no olvidar todo lo que han dicho los “famosos” filósofos en la pandemia de Covid-19 y de eso ya no quedó nada, absolutamente nada. Ellos mismos olvidan o quieren olvidar lo que señalaron, porque saben que lo han dicho y escrito al fragor de una contingencia que a ellos mismos los tenía con temor ante la inseguridad del propio cuerpo en toda su porosidad y contingencia: la propia vida del filósofo es mala consejera para el decir del filósofo, cuando esa vida está en juego por un minúsculo virus mortal o casi mortal como era el Sars-Cov-2. En cambio, este Libro desde una distancia radical de las mediaciones de todo tipo que le permite a la autora escribir en su madurez como intelectual, pero, a la vez, una distancia encarnada en las entrañas mismas de la filosofía y de lo real (la radical caducidad que todo constituye), nos hace ver, nos permite ver y así generar un cierto “movimiento” al interior de la propia filosofía, diría que es el elemento “antigoneo” (habría que inventar este adjetivo) del decir de De Lacalle.

Este Libro en sus capítulos y apartados, muy bien escritos, va generando un movimiento en sus análisis, ya en su escritura como en el lector que se sumerge en ellos, que es lo propio de toda filosofía crítica negativa que busca dar con las causas prístinas que originan los problemas actuales (en el caso del Libro esa falta radical de todo otro en el interior mismo del humano), sin caer en clichés, en consignas, sin ser una filosofía edificante de estantería de supermercado y sin ser otra filosofía más de la inmediatez que busca al lector neurótico clásico para “venderle” alguna solución fácil en el mercado de las teorías de filosofía que hoy se encuentran en todas partes: es el día a día de muchas filosofías de “izquierda” que aparecen en estos días para decirnos lo mal que va la vida en un mundo conservador y otras de “derecha” que nos dicen porque con ellos seremos “ganadores” de verdad y con estas filosofías seremos exitosos en este mundo capitalista, patriarcal y colonial.

Y junto con esos rasgos “ariadneos” y “antigoneos” del decir de la filósofa hay uno que no solamente es negativo en el sentido de realizar una aguda crítica al problema del humano hoy y su incapacidad de generar vínculo alguno y por ello mismo estar sometido a la destrucción de sí mismo y de todo otro, sino que  es un pensamiento eminentemente afirmativo, diría, creativo, es el elemento ligero, a saber, con esto me refiero a que el texto en lo filosófico mismo, se vuelve nietzscheano, desde el inicio al final, por eso esta cita que abre este Prólogo que es la cita que cierra el Libro de la filósofa. En todas partes del texto está la presencia de Nietzsche de alguna forma, en las entrañas mismas de la filosofía y de la propia filósofa de L’Hospitalet. En su piel escritural y conceptual habita el filósofo del martillo y del detalle en el gesto que se nos actualiza en algún matiz de la vida y así de este modo el vínculo nos toca, nos constituye. Y salimos del laberinto capitalista en el que somos a diario.

Ese momento ligero del Libro por medio de sus decenas de páginas, va de la mano de una Lou Salomé, es decir, nuestra escritora deviene feminista, pero de las radicales, esto es, de las que piensan en la piel misma de las cosas, en sus superficies e intersecciones, y de ese modo escribe y vive, con cigarrillo en la mano (y fuma uno tras otro). Esta liviandad, este ser Lou, nos muestra otros rasgos del Libro que lo vuelve radicalmente dionisíaco, no solamente opera desde la distancia reflexiva, no solamente nos dinamiza y nos hace ver lo que acontece y nos pone a bailar, sino que nos eleva, nos vuelve más ligeros, como las aves, porque el trazo filosófico pensante de Ana de Lacalle es un trazo que quiere ser algo y no ser mera nada inmediata y chapuza, como lo mienta el subtítulo del Libro. Ella en su claridad, tan alejada a una Adela Cortina o Victoria Camps, por ejemplo, se nos encarna en las entrañas mismas de la historia material y existencial de la filosofía como una herramienta, como caja de herramientas, por donde un filósofo debe bailar y proponer modos creativos de vida, por medio de conceptos que se vuelvan Centauros. Es así como paulatinamente en el Libro va apareciendo, emergiendo el Otro en toda su radicalidad:

“… este aprendizaje no es otra cosa que la experiencia, es decir, cómo vamos interiorizando y simultáneamente actuando respecto de lo Otro -sean sucesos o relaciones con humanos-. De lo que sucede, la experiencia también nos ayuda a eludir situaciones nocivas, de la interrelación con los otros, la cual necesitamos como el oxígeno que inhalamos, recibimos y damos afecto, apoyo, sensibilidad, compasión y, a menudo, instantes de alegría que son catárticos”. De Lacalle, Filosofía desde las entrañas…

En ello esta filósofa está en medio de una filosofía del NosOtros, una propia que no es universal, ni a priori, ni abstracta, pero sí precisa, altamente, en su forma y contenido; y desde allí busca dar una ciertas pistas y esquirlas de claridad conceptual y viabilidad en la praxis para poder ser hoy unos con otros en el mejor de los vínculos posibles; sabiendo que siempre es precario, frágil y que en cualquier momento todo fracasa (la autora nunca se confunde en esto). En este Libro se respira ese fracaso ya de la filosofía como de lo humano en todos sus vericuetos, pero también se respira fuertemente una cierta confianza de que es posible encontrarse unos con otros para crear algo más duradero: un tipo de Barca del NosOtros.

Y con esto podemos responder la segunda pregunta que nos propusimos al inicio de este Prólogo, a saber, la propia filosofía dionisíaca del NosOtros de De Lacalle se sumerge de diversas maneras en distintos momentos de lo humano en medio de lo real: cada análisis que nos ofrece el Libro es fino y juega con el lector y lo mueve a que lo reflexiones de modo pedagógico y profundo. Y así se piensa lo real sin caer en categorizaciones vacías como lo son en la actualidad los realistas especulativos, y sin caer en las filosofías de mera contingencia naturalizada como lo es la filosofía del coreano y de todos los “coreanos” del show mediático. El texto se mueve en un movimiento escritural muy bien logrado en un castellano bello y profundo para estar en la crítica y, a una, en la creación, para que el humano desde ciertos esbozos de conceptos en torno al otro pueda encontrarse en un cierto vinculo constitutivo del otro en el mismo, esto es el NosOtros que postula el Libro como expresión del humano en medio de un real nada ontologizado, sino materialista y que siempre nos está tocando las entrañas mismas de nuestras vidas de modo último, posibilitante e impelente. Estamos ante un Libro en torno al amor, sí, lector, en torno a lo único posible que nos mueva del lugar destructivo en el que: fuimos, somos y seremos, parafraseando a Celan y su tremendo verso que nos indicaba cierto destino constitutivo del que no podemos escapar; pero con De Lacalle se ve salida al laberinto y esto es fundamental decirlo de forma explícita.

El Libro esto lo muestra de forma brillante, por ejemplo, cuando nos indica cómo la filosofía a pesar de todo lo que nos estremece igual nos mantiene vivos y de este modo el filósofo deviene en cierto tipo de artista que de algún modo generará Barcas para que podamos navegar estos inciertos mares de lo real en la estupidez violenta del capitalismo más salvaje, nihilista y tóxico que nos hemos dado como humanos:

“A la clásica y conocidísima pregunta de Camus de “¿por qué no me suicido?” que él sitúa como la cuestión nuclear de la Filosofía, una respuesta podría ser: porque estoy, filosóficamente, buscando un motivo para hacerlo y otro para no hacerlo. Y mientras escudriñamos las vísceras del vivir, hay motivos para seguir viviendo, ya sea mediante la pintura, la escultura -con la cual desvelamos lo que se haya oculto- o cualquier otra manifestación Artística”. De Lacalle, Filosofía desde las entrañas…

¿Y si el amor fuera uno de los pocos caminos que nos quedan para resistir a tanta traición que el humano de estos tiempos realiza sobre sí mismo y en ello sobre todo lo real?

Los invito a leer con alegría Filosofía desde las entrañas…

Polignano a Mare, 3 de febrero de 2025

Podéis encontrarlo en librerías y muchas otras plataformas.

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