He leído con mucho placer y gran admiración la obra de mi amiga, Ana de Lacalle, llamada: “Filosofía desde las entrañas. Antes de que agonice y solo sea silencio”, la cual espero, y hago votos para ello, que tenga gran acogida y recibimiento.
Quisiera dar a continuación, unos cuantos trazos del significado que tiene para mí esta obra, que sale a la luz en este año del 2025, escrita por alguien que, desde el retiro, se dedica a leer y escribir como parte de sus antiguos oficios como profesora de filosofía. Con la convicción de que después de años de docencia, y de una labor de promotora del pensamiento, es momento de sosegarse y asumir la paciente y artesanal labor de la escritura. No como una obligación, sino como parte de su vocación como ser humano. Como quien está convencida de que escribir no es sólo un privilegio profesional, o un deber, o un ejercicio terapéutico, catártico; sino una decisión personal para plantarse en la vida y señalar cómo se quiere estar en el mundo.
En primera instancia, quiero decir que la obra da cuenta de un fenómeno que me parece vital. La necesidad de reflexionar la condición del ser humano en el siglo XXI. Un siglo que, sin querer parecer apocalíptico, puede contener el fin no sólo de la civilización humana, sino de la especie homo sapiens, si tomamos en cuenta las predicciones del famoso libro: “Los límites del crecimiento”. Así, pues, ¿qué no ha pasado en estos 25 años desde que se celebró el inicio del siglo XXI, ese vástago testigo de la barbarie del siglo XX, que necesite reflexionarse con cierto tiento, con cierta calma, es decir, a la distancia, pero al mismo tiempo, desde lo más hondo y profundo de nuestra condición humana? Este es uno de los elementos que considero valioso de la obra, es decir, su aproximación cronológica a esto en lo que nos hemos ido convirtiendo como civilización global.
Aunado a esto, como complemento, podría agregar igualmente, su condición situada, encarnada, desde coordenadas geográficas, políticas, económicas, sociales y culturales, muy particulares. Ana de Lacalle es una ciudadana europea formada en la filosofía, que se cuestiona con espíritu crítico tanto a sí misma como a su sociedad, y a los valores que la sostienen y le dan identidad. Valores que también la proyectan; y por ello, le hacen cuestionar hasta la raíz, la forma que adoptará esta sociedad global ante esta temporalidad deviniente. La cuestión planteada a nivel vital, es si tiene futuro la sociedad europea que ha parido este mundo global, a saber: el capitalismo patriarcal, el Estado nación, la ciencia y la tecnología, así como su vocación por la filosofía. Quisiera agregar, bajo este tono de lo situado, que, en febrero de 2023, Ana me hospedó en su casa en Barcelona, en donde vive junto a su familia. He de decir que la ciudad me pareció un territorio de una potencia intelectual sobresaliente. Una especie de ecosistema cultural creativo desbordante. Para alguien que viene del mundo latinoamericano, desde un país muy lastimado por la violencia y el crimen como lo es México, en donde el acceso a la educación y la cultura es casi como un lujo, aquella diferencia cultural me resultó como la de quien encuentra un oasis en el desierto. Por lo que puedo situar la obra en ese oasis potente, intelectualmente y culturalmente hablando.
Otro elemento de gran calado, y que es lo que más me ha seducido. Es su tono emotivo y testimonial, como la de quien es un sobreviviente ante el mal del mundo. Como la de alguien que todavía tiene que dar cuenta de este mundo y de esta realidad. Como lo somos todos los que sobrevivimos a una pandemia sumamente contagiosa y letal, como fue el COVID-19, en este primer amanecer del siglo XXI. El tono de la obra, así entonces, es la de alguien que se cuestiona la condición de estar vivo siempre frente a la vulnerabilidad, a la condición efímera y finita de la existencia. ¿Por qué vale la pena estar vivo? ¿para qué? ¿tiene algún sentido el mal? ¿nos puede servir de algo lo absurdo y su azarosa empuñadura? Para mí, el libro que ha hecho Ana de Lacalle, tiene que ser leído, como un dato histórico al nivel del pensamiento filosófico, como la impronta de un testigo sobreviviente que representa fielmente a la humanidad.
La parte que más impacto tuvo en mí es el capítulo 7º. Un extenso capítulo que va en crescendo en donde se hace un análisis contundente de la sociedad contemporánea global. Prevalecen la potencia narrativa y la crítica admirable con un estilo muy particular, en donde aparecen tanto destellos de una sobria lucidez, como la articulación entre la profundidad del análisis filosófico, con tintes literarios, y la descripción fenomenológica de una sociología de lo cotidiano. Puedo decir, que, esta parte me hizo estar al borde de la silla con “Temor y Temblor”, provocando en mí como una especie de trance intelectual, que no se quedaba en el plano racional, sino que incluía lo emocional afectivo. En este sentido, en la obra en cuestión, está presente hasta la médula, la contundencia del giro afectivo. Razón por la cual recordé aquella frase de un querido profesor de filosofía, gran estudioso de Nietzsche en México, que nos señalaba que, en el siglo XXI, la filosofía tenía que ser seductora y provocadora hasta la entraña, o no sería filosofía. Puedo constatar que, para mí, este libro de Ana de Lacalle, cumple cabalmente con esta predicción nietzscheana.
Guadalajara, Jalisco, México, a 28 de julio de 2025.
Jorge De La Torre –https://guadalajara.academia.edu/JorgedelaTorreL%C3%B3pez
