¿Quién añorará el año 2025?

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El hecho de hacer un escrito algo derrotista con motivo de un final de año, algunos lo pueden interpretar como fuera de lugar. Sin embargo, lo que está fuera de lugar es adoptar una actitud algo cursi, fijándose solamente en lo que ha sido venturoso.

Porque ¿qué ha sido afortunado a nivel planetario? Lo hago extensible partiendo del supuesto que calibrar el estado del mundo es hacerlo de la gran mayoría de humanos. Claro que los que vivimos acomodadamente podemos hallar acontecimientos privados que nos reconfortan. Pero el asunto no va de individualidades, ya que esa cápsula cerrada es uno de los motivos que nos llevan planetariamente a estar como estamos: en un declive de la vida para muchísimos humanos que se hallan inmersos en guerras que no han querido ni decidido, pero en las que su papel es de primera línea. La geopolítica indica que la lucha por el poder y el dominio del mundo está agudizada más que en otros momentos, inclusive que durante la guerra fría en la que había un cierto equilibrio de temores y eso conducía a la prudencia. Hoy, hay tres nombres a nivel político que destacan por su sed de dominio y su falta de límites para conseguir lo que quieren: Trump, Putin y Netanyahu. Otros, como el presidente de China, Xi Jinping​, tienen ambiciones de dominio económico, pero en general su forma de operar es más sutil e inteligente, sin tanto ruido se está erigiendo en una de las potencias mundiales.

Sea como fuere, lo político está sometido a lo económico porque esa alianza garantiza el poder. En el contexto del sistema capitalista-tecnológico, la lógica del más fuerte sigue siendo la que impera, y el más fuerte es el que posee mayor dominio económico. Y para que sea así, se invaden y atacan otros estados sin ningún tipo de pudor, considerando los millones de muertos directa o indirectamente por las guerras como efectos colaterales, que viene a significar el mal menor.

Esta dinámica confirma que, para un sistema de intercambio, todos lo somos, y la vida de las personas tienen un valor ínfimo, lo que cuenta es su capacidad de producir. Claro está que, si no contribuyen unos, lo harán otros, por lo que la vida está muy por debajo del poder económico. No es ninguna novedad, pero sí se presenta de forma más descarnada, habiéndonos acostumbrado a ver matanzas reales en directo, en diferido por la televisión o las redes sociales, y, en consecuencia, a insensibilizarnos ante esas muertes que filtradas por pantallas parecen casi ficción.

Los problemas que asolan el planeta son derivados de la estructura de un sistema, que parece vivo, y lucha a muerte por crecer en su nivel de crear riqueza para unos pocos. El potencial de las materias primas sigue siendo, tras siglos, un motivo mayoritario para invadir otros territorios, porque en ellas se halla la posibilidad de que un estado sea puntero en desarrollo tecnológico, energético y, por tanto, político.

Aparece otro elemento que, tal vez después de Hitler, pensábamos que no iba a repetirse; me refiero a que potencias mundiales estén gobernadas por narcisistas patológicos que se cree casi un dios, como Trump; un personaje sin ningún escrúpulo como Putin -bien formado e instruido en la KGB- que sigue de alguna manera operando en base a las tensiones de la guerra fría, y otro que a base de convertir y convencer a los judíos que son las víctimas están exterminando al pueblo palestino, a fin de que el territorio sea exclusivamente para Israel. Un sionismo que está tomando forma de nazismo, y que apoyado por Trump y muchos países que los alimentan, en silencio, económicamente. Estamos hablando de Netanyahu.

Si nos centramos en España, se está intentando mantener un Estado Social que no tiene cabida en el contexto mundial, en el que el liberalismo feroz que abandona a las clases pobres que son progresivamente mayoritarias, no admite que la recaudación de impuestos se dedique a las demandas económico-sociales de una población con un poder adquisitivo que no le permite trabajar y alquilar una vivienda, por ejemplo. Es decir, la distancia entre salarios y coste de la vida, en bienes básicos, es inasumible para un trabajador con un sueldo medio de 1500 euros. Esto está provocando que proliferen los pisos compartidos entre los jóvenes y no tan jóvenes. Un panorama desolador para estos y unas perspectivas que no estimulan a nada. La depresión, la ansiedad son males comunes en la juventud que no siente que tenga ningún futuro. Son por lo tanto en muchos casos síntomas de una sociedad que no los integra, sino que parece escupirlos continuamente. No solo están afectados los jóvenes por resta situación sino muchos ciudadanos que tengan la edad que tengan no ocupan un puesto de trabajo remunerado para poder subsistir. Hoy se puede trabajar en España y ser pobre, pero pobre con todas las letras. Esta situación no la recuerdan los más viejos del lugar.

Bien pues, cuanto acabamos de repasar no nos invita a destacar aspectos a celebrar del año 2025, como probablemente no lo hará del 2026. Mucho tiene que cambiar el panorama para que el año que entra no sea una desgraciada prolongación del anterior. Aquellos que tengan una percepción más benévola de la situación generalizada que la exponga, a mí me resulta imposible.

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