PARTE I EL MACABRO SUCESO Acaso el susurro perenne que, a pesar de su tenue sonoridad, atiza convulsivamente nuestro interior no sea más que el dolor congénito que acompasa nuestra existencia. Recuerdo vagamente los hechos porque, aunque el tiempo difumina todo contorno, preservo una intensidad inaudita del sentir que me descuartizó la época en que