Susurramos las palabras con un discreto temblor ante el miedo de agraviar, sin voluntad de ello, a quienes nunca deberían sentirse aludidos por su eco. Y este delicado gesto nos honra. Mas, sería paradójico que nuestra tenue voz se diluya como un murmullo residual sin que quienes deberían reaccionar ante semejantes aseveraciones se zafen por
