Quizás el dilema de Shakespeare hoy no consistiría en ser o no-ser, sino en existir o no existir; teniendo en cuenta que nunca alcanzamos la conciencia de ser una identidad firme y definida, nuestra cuestión es existir afrontando el reto de ser “algo”, o no existir y rechazar lo que se nos antoja hueco y
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Desvivirse sería estrictamente retroceder a etapas anteriores de la vida. En rigor, no podemos más que intensificar el desgaste vital y vivirnos más de lo apropiado. Pero tampoco la híper-vida garantiza lo incierto que andamos anhelando. Ya no hay dilema hamletiano, porque ambas opciones tienen la misma respuesta.