Las aguas del Guadalquivir custodiaron tus restos, esas cenizas que ya no eras tú y que acabaron diluidas en el torrente del río. Te fuiste llagado de cáncer, con ese gesto agrio, que dejó tras de ti miedo y llanto, dolor y rabia por no doblegar tu egocentrismo ni ante un previsible final. Así te