Te recuerdo, no cabe alternativa. Y esa convicción con la que le asestabas a la ELA el desaire, con esa sonrisa –esa inolvidable sonrisa- de que, lo que le hacía a tu cuerpo, no te lo podía hacer a ti. Me abrumaba esa capacidad de autodominio y esa madurez sobrada ante tal acontecimiento. Pienso en