Tenuemente se desvanece la luz cuando la verborrea encubre la falta de interés y delata el deseo de rellenar el tiempo sin percances ni conflictos. Todo lo intercambiado y depositado se torna confuso y gris, puesto en cuarentena, o en infinita cuarentena. Esperando, si fuera posible, restituir la luz y la mirada diáfana de alguna manera más reparadora que una disculpa y un intentaré que mi verborrea no vuelva a traicionarme. Sobre todo porque las cicatrices sesgadas reiteradamente, no tienen más opción que la de sangrar de nuevo.
Hubo advertencia inicial sobre la fragilidad susceptible de resquebrajar los vínculos ante ambigüedades o malos entendidos. Pero quizás fue ese temor lo que produjo una distancia aséptica que desembocó en un apagón emocional.
