En unos días, todos estaremos haciendo balance del año dos mil dieciséis, menos los desmemoriados, que no retienen ni lo que sucedió la semana anterior, sin la certeza de estar mezclándolo con hechos cronológicamente anteriores o posteriores. Los demás, los que disponen de memoria, procederán a filtrar hechos relevantes que sirvan de sello significativo del año, y que tal vez acaben identificándolo.
No podemos obviar, en estos momentos que la memoria tiene un proceder selectivo y que aquello que retiene viene filtrado no únicamente por lo que fue más significativo personalmente, sino por lo que pudo tener más repercusión en el entorno social. Así pudo haber experiencias que tiñeron nuestros días a lo largo del año que en el momento de hacer recuento las ninguneamos porque acabamos haciendo balance para la galería, no para nosotros mismos. Esto puede hacernos perder de vista lo que supuso para nosotros realmente el año que cerramos, porque tendemos a presentar lo conclusivo como un acto de aprendizaje positivo y de avance en la vida, cuando no siempre es así, no solo para nosotros sino para nadie.
Los desmemoriados alno tener más alternativa que el momento presente, adoptan una actitud realista porque intuyen que el resto del año no debió ser muy diferente del día de hoy o del de ayer, y en este sentido –siempre a nivel personal- intentan que el presente sea intensamente humano, ya que hoy es siempre.
