Cuando nos tienta el sabor de tocar la nata de la vida, para no ir dando rodeos temerosos, podemos abandonar todo quehacer y rebuscar ahí donde creemos que se hallan las respuestas. Corremos el riesgo de confundir el camino, al tomar esa sustancia dulce comuna vía única directa. Pero, para bien o para mal, solo la experiencia puede convencernos de habernos dejado seducir por cantos de sirena.
La nata de la vida
Publicado por Ana de Lacalle
Escritora alacallefilosofiadelreconocimiento.com Ver todas las entradas de Ana de Lacalle
