Despechados por algún supuesto ninguneo, arremetemos como un astado desbocado contra todo lo que se halla en la intersección de nuestro envite. Sin discriminación y menos aun discernimiento. Necesitados de un objeto en el cual verter nuestra vanidad herida, regurgitamos ira, rabia y deseos de venganza.
Y esa tensión nerviosa y muscular revierte en un estado de cansancio vital. De esos cansancios que son casi deseados a fin de recomponer, desde el más hondo agujero, nuestra persona resarcida y reconfortada del agravio sufrido. Renacer tiempo después, como alguien con mayor capacidad de mostrar indiferencia ante sabotajes que cercenan nuestro curso natural.
Aprender es una condición infinita en el espacio finito de la existencia.
